ESTADOS UNIDOS ES DIFERENTE
No hay que fiarse de los estereotipos. La presidencia norteamericana eleva o hunde a quien llega a ella
ON muchos los países que se consideran diferentes, España entre ellos. De hecho, todos tienen rasgos diferenciales, que los equiparan. Todos parten de una tribu que se impuso a las demás, para evolucionar según su tradición e historia para ser hoy lo que son. Pero hay uno diferente de verdad: Estados Unidos, que nació con una Constitución, que conserva, y se hizo por gentes llegadas de todo el planeta, para convertirse en sólo dos siglos en la primera potencia económica, cultural y militar. Como primer y único país artificial, con todo lo bueno y malo que ello tiene.
Hoy, su 46 presidente toma posesión. Joe Biden se enfrenta al mayor y menor desafío de cualquiera de sus predecesores (tenemos que irnos acostumbrando a las paradojas en el mundo cuántico que vivimos). El menor, porque nada más fácil que superar a Donald Trump, que se ha despedido como lo que es: un maleducado, resentido e ignorante. El mayor, que se encuentra con un país dividido, que empieza a dudar de sí mismo. Recuperar el «sueño americano» que atrajo y aún atrae a millones de personas de todas las razas, culturas y posiciones sociales no va a ser fácil, cuando son los propios norteamericanos quienes empiezan a dudar de sí mismos y, sobre todo, de su país, algo que nunca había ocurrido. Hubo siempre debate sobre el camino a seguir y las decisiones tomadas. Pero no lo hubo sobre la Constitución, sobre the checks and balances, el equilibrio de poderes, sobre the pursuit of happiness, la búsqueda de la felicidad, ni sobre el American Dream. ¿Que había robos y delitos de todas clases? Seguro. Pero nadie había dicho que se robaban unas elecciones. Ni se asaltó el Capitolio. Ni la brecha social había sido tan profunda.
Joe Biden no ha destacado más que por ser un buen segundón, ronda los ochenta años y su salud es frágil. Pero no hay que fiarse de los estereotipos. La presidencia norteamericana eleva o hunde a quien llega a ella y hemos visto a un camisero de Kansas, Truman, enfrentarse a un comunismo dispuesto a conquistar el mundo, al tiempo que reconstruía una Europa devastada por la guerra y procurar trabajo a quienes volvían de ella, para convertir Estados Unidos en faro del progreso y la democracia.
El problema de Biden es el pecado original de su país, que ni siquiera una guerra civil ha resuelto: el racial. Los afroamericanos, como ahora los llaman, siguen en el último peldaño de la escala social, pese a haber llegado entre los primeros. Un presidente de color y todas las leyes de igualdad no lo lograron. Y mientras no se logre, el American Dream seguirá siendo eso, un sueño.
En mi Tercera de mañana intentaré explicarles cómo nos afecta a los demás.