BIDEN EL RESTAURADOR
La oportunidad del nuevo presidente es la de ser un constructor de puentes, que restaura una democracia maltratada
Joe Biden se convierte hoy en presidente de Estados Unidos en buena medida gracias a la impericia con la que Donald Trump ha gestionado la pandemia. El antiguo vicepresidente de Barack Obama ha conseguido culminar su carrera política en medio de una crisis descomunal. Durante la campaña se ha quitado de en medio y ha dejado que las elecciones se convirtiesen en un referéndum sobre un Trump cada vez más desatado. El contraste entre las dos personalidades de los candidatos en los comicios del pasado 3 de noviembre es muy acusado.
La apariencia cercana y amable del nuevo ocupante de la Casa Blanca es bien conocida por los americanos. Biden cae bien, tal vez por su sangre irlandesa, y conecta con facilidad con el ciudadano de a pie, por encima de ideologías. Lleva medio siglo en política y ha intentado tres veces llegar a la presidencia. Ha dedicado su vida a negociar y llegar a pactos. Es reflexivo, escucha a los expertos y hace gala de una serenidad lograda después de superar muchas adversidades en su vida familiar.
Tiene fuerzas justas para abordar la tarea ingente de empezar a unir un país tercamente dividido, afrontar la emergencia sanitaria y económica y recuperar el poder blando o de atracción de su país en la escena internacional. Biden es un centrista y se ha rodeado de colaboradores del anterior presidente demócrata. Pero el proyecto al que se debe no es alargar el recorrido del mundo de Obama cuatro años más. Su misión histórica es debilitar al postrumpismo y convertir a Trump en un paréntesis, una anomalía histórica, una pesadilla que por fin ha terminado. No tiene un gran mandato ni podrá impulsar legislación fácilmente y el Tribunal Supremo hará de contrapeso.
La oportunidad de Biden es ser un constructor de puentes, un «healer in chief», que restaura una democracia maltratada y da los primeros pasos en la recuperación de los consensos y las formas que la hacen posible. El abuelo de América acertará si acentúa el simbolismo de ser el presidente de todos, a la espera de que el partido republicano frene los movimientos antisistema, en vez de cabalgar sobre ellos.