El espejo cóncavo de la ignorancia y la brutalidad
▶La Fundación Cajasol réune más de medio centenar de grabados donde el pintor mostró la realidad de su tiempo
«El caballo raptor», una de las obras más enigmáticas de los «Disparates»
LOS grandes cuadros los encargaban quienes los podían pagar. La familia real, los nobles y la Iglesia pedían y tenían derecho, si entregaban el dinero, a decidir el tema. La forma en que Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) se ganaba la vida no era extraña para un pintor, pero cuando dejaba el lienzo, el óleo y los pinceles y empezaba a hacer grabados, por fin podía mostrar lo que le llamaba la atención. Y era menos grato que «La gallinita ciega».
Goya vivió en su época, miró a su alrededor y encontró atraso e ignorancia, barbarie y necesidades, y eso lo contó en unas obras que le hicieron tener a la Inquisición en el cogote. La exposición «Las mujeres de Goya» trae a la sede cordobesa de la Fundación Cajasol (Ronda de los Tejares, 32) medio centenar de grabados en los que el pintor plasmó a su forma los problemas de la sociedad de su tiempo. De los hombres y de las mujeres, que son las protagonistas de esta cita, inaugurada ayer por el presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, y el alcalde de Córdoba, José María Bellido.
Sin ataduras
Como destacó la comisaria de la muestra, María Toral, los grabados recorren la mayor parte de las series en que Goya, libre de las ataduras de los comitentes, plasmó los problemas de la España de su tiempo, y allí aparecen
las consecuencias de la falta de educación, de la pobreza y del atraso.
Hay una amplia muestra de «Los caprichos», una de las series más conocidas, y allí aparecen las mujeres que todavía en aquel momento, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, creían en la brujería y la practicaban.
En ese apartado tiene mucho protagonismo la prostitución, «que era el gran problema de la España de su tiempo». Algunos pensaban que si se legalizaba lo que de todas formas existía, se conseguiría aliviar la situación de las mujeres, y Goya lo muestra deformado por su mirada, pero también certero. Se podrá visitar hasta el 14 de marzo en horario de 10.00 a 14.00 horas y de 16.00 a 18.00.
La mirada a los problemas de la mujer se detiene sobre todo en los matrimonios concertados y en un problema que entonces parecía frecuente: las jóvenes, casi adolescentes, a los que obligaban a casarse con ancianos por motivos económicos de sus familias. En España ha desaparecido, pero todavía hay hoy países en el mundo en que sucede esto. Una de las series, los «Disparates», habla de eso y lo hace con un lenguaje nuevo en la que Goya muestra la realidad deformándola tanto que aparecen elementos que parecen fantasiosos. Goya fue amigo del escritor Leandro Fernández de Moratín, que en «El sí de las niñas», aborda el tema.
Matrimonios forzados, infidelidades y superstición se asoman a lo que el pintor plasma
Por eso la exposición incluye placas en que se habla del origen de los grabados y posibles interpretaciones. A veces son actuales y a veces son textos que el mismo pintor ponía para sus contemporáneos. Los grabados de Goya pueden ser fantásticos y también estar llenos de símbolos que los historiadores del arte desmenuzan, como cuando aparece una mujer que parece hacer de Celestina. En la mayor parte de sus obras, Goya eliminó todo recurso a la idealización y sus obras aparecen descarnadas, pero además en los «Disparates» la confusión es mayor, casi carnavalesca.
Allí aparecen las infidelidades y matrimonios forzados tratados de una forma en que la sordidez quita todo vestigio idílico: «Que viene el coco» tiene la ambigüedad de que el monstruo que asustará a los niños si no se duermen poco, puede ser también el amante de su madre. La Inquisición, la superstición y la forma en que la religión pervirtió su trabajo no escapan a la mirada ácida de Francisco de Goya, que en algunos momentos muestra a seres con dos caras.
No todo, sin embargo, son escenas de lo que hoy se llamaría denuncia social. Goya fue un amante de las corridas de toros y les dedicó una serie de grabados, su «Tauromaquia». En ellas aparece una mujer torera de la época, que pone el broche de esperanza. «No quieren», uno de los grabados incluido en su serie «Los desastres de la guerra»