LOS ERTE... ¡MI TESOROOOOO!
En algún momento habrá que darle una vuelta no tanto al uso si no al abuso y no perder la «T»
L Afigura de los ERTE –expedientes de regulación temporal de empleo– no es nueva a pesar del adanismo mostrado por el Gobierno Sánchez cuando habla de ellos –¡mi tesoroooooooooo!–. Ni siquiera son propiedad intelectual del anterior Ejecutivo. Aparecen recogidos en el artículo 47 del Estatuto de los Trabajadores y existen desde hace décadas. Sí, sí, tal cual, pero cuando no se hace uso de las leyes en demasía y no se cacarea hasta límites insospechados cuando se tira de ellos, nadie se percata del manoseo que sufren. Para no remontarnos a tiempos inmemoriales, bajo la anterior crisis, tanto en la reforma de 2010 de Zapatero como en la de 2012 de Rajoy se introdujeron cambios en ellos para adaptarlos a los nuevos tiempos, hasta modificarlos a día de hoy para poder abordar la situación creada por el Covid-19.
Antes de la pandemia, existían los ERTE por fuerza mayor y los ERTE ETOP (por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción).
Sin embargo, el 17 de marzo de 2020, con España en estado de alarma, el Gobierno aprobaba un real decreto ley de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del virus con nombre de mascota baloncestista y en él establecía medidas de flexibilización de los mecanismos de ajuste temporal de actividad para evitar despidos. La clave aún hoy.
Ahora bien, dicen los que saben de la materia, basándose en la experiencia global, que los ERTE nacen y se ponen en marcha con fecha de caducidad y que no cumplen su verdadera función si se alargan en el tiempo. Coinciden los expertos en que su eficacia para mantener el empleo es tanto mayor cuanto menor sea la duración de la perturbación negativa que los ocasiona y cuanto mayores sean los costes asociados a un ajuste alternativo por la vía de la creación y destrucción de empleo y de empresas... y ya llevamos casi un año tirando de ellos.
Los empresarios plantearon a Gobierno y sindicatos la posibilidad de flexibilizar la cláusula de salvaguarda que prohíbe despedir, pero ni unos ni otros se lo compraron. No tiran la toalla, porque el coste que les está acarreando no ajustar el empleo a la actividad que recuperan algunos o a los planes de futuro de otros les asfixia cada vez más, pero han dado un paso al lado y, de momento, tragan. Es difícil saber si sectores muy perjudicados por el Covid –como hostelería o turismo, con un gran peso en el empleo en España–, se verán afectados de forma duradera, al menos mientras no exista un tratamiento eficaz o una vacuna contra la enfermedad, pero urge darle una vuelta no solo al uso si no al abuso de los ERTE. El objetivo, no perder la «T» que los sustenta como herramienta perfecta para la supervivencia de empleados y empleadores aunque sí dejarlos aparcados. Entonces significará que la recuperación está aquí.