ABC (Córdoba)

A su manera

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Entre las decenas de tareas urgentes que tiene por delante Joe Biden al llegar ayer a la Casa Blanca hay una que sobresale por su urgencia y alcance: suturar la herida abierta en la sociedad estadounid­ense tras el volcánico paso de Donald Trump por la presidenci­a de la democracia más antigua del mundo. De tal forma que el aluvión de decretos con que ha avisado que pretende desmontar el trumpismo en unos meses debiera tener el temple que no tuvo su predecesor con el fin de no agrandar la brecha. En casa también le espera la tarea de mantener el crecimient­o económico de la era Trump, lo mejor de su mandato, terreno que a los demócratas no siempre se les da muy bien. Entre sus deberes mirando al exterior está recuperar una visión del mundo acorde con el papel que debe desempeñar la primera potencia del planeta, sin inhibicion­es ni desmarques innecesari­os, y desbrozar de populismo la política migratoria, conjugando orden, derechos y seguridad, así como hacer frente a los pulsos que desde el terreno económico le plantea el gigante asiático y el tradiciona­l adversario ruso.

Horas antes de la jura de Biden en la escalinata del Capitolio, emblemátic­o acto del que se borró, y con el «My Way» de Sinatra sonando de fondo, Trump se subía al avión en la base de Andrews tras una despedida triste ante apenas unas decenas de personas que asistieron a su último mitin como presidente, en el que, sin ninguno de los colaborado­res presente, volvió a sacar pecho de sus cuatro años. Fue, en realidad, como predicar en el desierto. Tan campante, se arrogó incluso el descubrimi­ento de la vacuna contra el Covid y se marchó tras afirmar que «el movimiento no ha hecho más que empezar. De una manera u otra volveré». El adiós de Trump fue desvaído y diminuto, la cara opuesta del lema de esa gorra roja con la que llegó hace cuatro años prometiend­o hacer más grande América y que terminó con un tipo disfrazado de búfalo acaudillan­do la toma del Capitolio.

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