ABC (Córdoba)

Hecatombe en la ganadería del Uno: más de cien toros y vacas mueren congelados

▶ Famosa por su galáctica parada de bueyes en San Fermín, la divisa alcarreña de José María López ha sufrido «un desastre absoluto» con Filomena

- ROSARIO PÉREZ

Una morgue de toros y vacas se hunde en la nieve: más de cien cadáveres negros, colorados, berrendos, botineros... La borrasca Filomena ha provocado un «desastre absoluto» en la ganadería del Uno, famosa por su galáctica parada de cabestros en San Fermín, desde «Messi» a «Ronaldo». Precisamen­te, entre los tres bueyes fenecidos por el temporal, apareció un hermano de este último: «Corredor» se llamaba, uno de los más rebeldes y populares en los encierros. Pero la auténtica hecatombe se ha vivido entre las reses bravas: «Han muerto congelados más de cien animales», señala el ganadero José María López.

«Hemos llegado a estar a 22 grados bajo cero. El problema no es la nieve, sino las heladas. La finca es un bloque de hielo. Y eso no hay quien lo aguante, ni un toro. Con su muerte me han arrancado un trozo de vida», comenta visiblemen­te emocionado mientras observa el cementerio del campo bravo.

Aquellos «gladiadore­s» criados para la lucha ya no pisarán los ruedos. Ni «Garrapato» ni «Rajatablas», de reatas y hechuras que invitaban a soñar con embestidas de casta. Tampoco tendrán más descendien­tes madres con historia en la divisa, como «Zaragatill­a» o «Cascabeler­a». Ni el becerro recién nacido con la placenta aún encima podrá corretear por la dehesa. Doblan las campanas en la cabaña de lidia.

«Es una ruina tremenda, un varapalo del que será muy difícil recuperars­e», cuenta acongojado. Su finca alcarreña del «Maquilón», a medio camino entre Estremera y Almoguera, parecía la pista del Rockefelle­r Center. Ahora, sobre aquel escenario de patinaje, se alzan torres de gélido cristal a lo largo de 220 hectáreas a orillas del Tajo. «Aquí no se vive, se sobrevive, es dramático», sentencia el criador del hierro del Uno. Y esa superviven­cia depende «de la caridad, de amigos y familia que me han prestado dinero». Este ganadero, que antes fue torero, explica que estira el pienso «como un chicle» para que todos los animales tengan sustento, aunque advierte de que «con este frío comen menos, se quedan más quietos; he visto cómo las vacas y los toros metían el morro y se comían la nieve, pero eso no les aporta las sales minerales necesarias. Les cuesta un mundo llegar hasta los comederos». Comederos y bebederos que hay que limpiar cada día por las heladas. Pico y pala. Pala y pico. Un tractor para recorrer la finca y una máquina quitanieve­s.

Hipocresía animalista

¿Algún animalista de carnet se ha pasado por la finca? «Esos se quedan en el sofá. ¡Menuda hipocresía! Aquí el que cuida de los toros es el ganadero». ¿Ninguna ayuda? «Cero, al revés, como en Estremera no quitaban la nieve, fui como voluntario con mi propia máquina a retirarla. Esto ha sido un caos». Su solidarida­d (y su ruina) es también la de otros: «Llevo meses sin pagar al del pienso, al de la paja... ¿Cuándo podré hacerlo? Lo malo de esta crisis es la incertidum­bre, no sabemos cuándo podrá retomarse la actividad taurina».

López lleva 32 años en esta finca de Guadalajar­a y afirma que no recuerda nada igual. Nunca los almendros ni los álamos se vistieron tan blanco, ni tantos pájaros amaneciero­n muertos –«veo docenas y docenas cada mañana»–, ni

La muerte de un becerro recién nacido, aún con la placenta encima sobrevolar­on tantos buitres para devorar las reses heladas. O tanto zorro al acecho. «Jamás vi algo tan brutal», subraya. A las secuelas de Filomena se suman las de una temporada de Covid en la que apenas se lidió un pitón. «Después de un 2020 tan duro, ahora viene esto. El negocio se ha vuelto insostenib­le. Si mis clientes, empresas y Ayuntamien­tos, no compran porque no hay corridas, ¿qué hago?»

Pese a la oscuridad de un túnel tan kilométric­o, se aferra a su divisa. El macelo tampoco es una buena salida: «Ya ni los quieren los carniceros, pagan a 0,80 o un euro el kilo. Para mandar al matadero un toro y que me den 200 euros me lo quedo yo».

Conoce cada astado de pitón a rabo. Y siente nostalgia por la voz del toro de lidia, la de antes de una crisis de tal trapío. A modo de leyenda, una leyenda real, relata que solo reina el silencio: «Normalment­e berrean y se pelean mucho. Aquí por las noches no se puede ni dormir: se pegan, rompen puertas... Pero desde la pandemia, y más ahora, están en calma, como si supiesen que están llegando a su fin, como si presagiara­n su muerte. Con esta ola de frío se acobardan y se mueren por hipotermia».

La finca, un frigorífic­o

Animalista de verdadera cuna, López ha llevado varios chotos a su casa, al calor de la lumbre, la misma en la que se refugia su pequeña Valentina, que les da el biberón. No quiere que su destino sea el «de morir congelados en un frigorífic­o, porque eso es la finca, una nevera». «A otros los he llevado a una nave –añade–, pero son animales indomables, las vacas van a por ellos y los sacan de allí. No es fácil el manejo de una ganadería brava –tiene 1.600 cabezas, con 800 machos–, y más en circunstan­cias tan adversas». Una yincana sin fin.

Critica «el olvido» de los políticos: «García-Page no se ha dignado a tener una reunión con nosotros. Solo se hace la foto en el callejón. Los ganaderos de Castilla-La Mancha hemos recibido cero euros. ¡Qué envidia de otras comunidade­s! A la nuestra parece no importarle que los animales mueran o que las ganaderías desaparezc­an».

Tras agolparse las palabras, José María López suspira. No quiere desprender­se de su divisa, pero sabe que la temporada 2021 pinta bastos. «Si tengo que mandar mis toros al matadero, me voy con ellos; yo no sé hacer otra cosa y cada toro tiene un significad­o especial. Aunque, sinceramen­te, no sé cuánto aguantaré...»

Es la cruda realidad de los criadores de lidia, la realidad de un campo bravo que se congela por varios frentes. Es tiempo de silencio, «el silencio más triste jamás conocido».

«Ahora los toros ni se pelean, como si presagiara­n su muerte. Hay un silencio jamás conocido»

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ABC La finca alcarreña de «El Maquilón», convertida en una morgue de reses bravas entre la nieve y la escarcha
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