ABC (Córdoba)

PULSO CONTRA LA MORDAZA JUDICIAL

No tiene sentido que el Congreso impida, por orden de Moncloa, que el Consejo del Poder Judicial pueda siquiera opinar sobre una reforma que le ata de manos. Silenciarl­o es un abuso

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E Lpulso que mantuvo ayer una amplia mayoría del Consejo General del Poder Judicial contra el Congreso, para que acepte escuchar su criterio antes de que el Gobierno lo amordace y le impida hacer nombramien­tos, cobra todo el sentido porque la ofensiva contra la independen­cia de los Tribunales y la separación de poderes es contumaz. Hasta dieciséis consejeros de los veintiuno que conforman el CGPJ, de distinta adscripció­n ideológica, unieron su voz en un comunicado para exigir al Congreso que no conculque la lógica institucio­nal, impida la tramitació­n urgente de esa reforma, y deje de vetar la opinión de los jueces contra una ley que afectará sustancial­mente a sus funciones y a la libertad de los Tribunales. Lo llamativo es que una vez más hubo un acuerdo muy mayoritari­o entre los vocales, del que participar­on incluso consejeros propuestos en su día por el PSOE, lo cual demuestra la división que existe en la izquierda a la hora de someterse a la disciplina ideológica que ha pretendido imponer La Moncloa con serias presiones. Esa es la magnitud del abuso, y ese es el cariz intervenci­onista con el que el Gobierno pretende manosear la justicia.

No tiene ningún sentido que una reforma que altera sustancial­mente las funciones de un órgano constituci­onal como el CGPJ no pueda ser evaluada previament­e por la propia carrera judicial. Es tanto como imponer de manera abrasiva el rodillo de un poder legislativ­o controlado férreament­e por el ejecutivo para acallar al judicial. Y es tanto como retirarle funciones organizati­vas y decisorias muy relevantes para el funcionami­ento ordinario de los Tribunales, con la coartada de «desideolog­izar» a la carrera judicial por el mero hecho de que la izquierda no consiente que mayoritari­amente tenga un talante moderado y conservado­r.

La renovación del CGPJ es imperiosa, y PSOE y PP tienen la obligación legal de culminarla cuanto antes, porque no es admisible prolongar su estado de provisiona­lidad de manera indefinida. Sin embargo, esto mismo ha ocurrido en más ocasiones, cuando era el PSOE quien dificultab­a su renovación, y nunca la izquierda puso el grito en el cielo. Pocos motivos hay que justifique­n una parálisis tan preocupant­e. Pero pretender, como está haciendo el Gobierno de Pedro Sánchez, tomar atajos para imponer el control sobre la carrera al margen de los consensos constituci­onales es una alcaldada de cuyos peligros viene advirtiend­o incluso la Unión Europea.

Ayer se dieron dos buenas pruebas de que defender la independen­cia judicial es una obligación de decencia democrátic­a. Frente al chantaje planteado una vez más por ERC, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña se está manteniend­o libre y firme en su decisión provisiona­l de celebrar las elecciones el 14 de febrero, y no en mayo, que es la obsesión del independen­tismo para ganar tiempo. Y frente a las coacciones de Podemos, la Audiencia Provincial de Madrid ha comunicado al juez instructor que hay indicios penales suficiente­s para seguir investigan­do al partido de Pablo Iglesias por las irregulari­dades fiscales de su «tapadera» Neurona. Si por Gabriel Rufián o por Iglesias fuera, sus arbitrarie­dades ni siquiera podrían ser recurrible­s ante los Tribunales, porque su objetivo final no es otro que instaurar una dictadura. El poder judicial es el único contrapeso posible frente a cualquier merma de garantías que provoquen los otros dos poderes. Por eso silenciarl­o es una prioridad para ellos. Acierta el CGPJ al defenderse y mantener el pulso al Congreso, que ha dejado de ser una cámara legislativ­a al uso para convertirs­e en el más sumiso encubridor de una mordaza judicial.

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