Solo en edificios abandonados
Quien okupa ilegalmente una casa corre el riesgo de ser condenado a prisión hasta dos años o, alternativamente, a una multa hasta de 1.032 euros. La okupación puede ser perseguida de oficio solo en el caso de que el delito sea cometido por más de cinco personas y una de ellas esté claramente armada. En este caso la denuncia puede ser presentada por cualquier persona. En este supuesto, la pena es de prisión de dos a cuatro años y multa hasta de 2.064 euros. Si el ocupante se niega a desalojar la casa tras la sentencia del juez, el propietario, acompañado de un funcionario del juzgado y, eventualmente, con la presencia también de las fuerzas del orden, puede obtener la liberación de la propiedad. La legislación prevé la ocupación de la casa en estado de grave necesidad. Un ejemplo: un matrimonio en paro con dos hijos gravemente enfermos sin casa en la que vivir y decide ocupar un apartamento. En casos como este de absoluta emergencia, se puede invocar el estado de necesidad, pero solo en presencia de un peligro actual de un grave daño a la persona y por un breve periodo de tiempo.
En lo único que coinciden España y Portugal respecto a la actitud legal frente a los okupas es en que el desalojo se puede prolongar más días o semanas de lo que pueda esperar el propietario. Nada más, porque la irrupción ilícita en una vivienda es un fenómeno casi inexistente en territorio luso.
Curiosamente, los medios portugueses suelen hacerse eco de los casos que se registran en España, que apenas se reproducen allí. Solo minoritarios sectores próximos al Bloco de Esquerda (partido «hermano» de Unidas Podemos) alientan alguna vez una «incursión» de estas características, pero es una cuestión residual que, en todo caso, se circunscribe a edificios abandonados. Nunca se reportan situaciones detectadas en viviendas de construcción nueva, por ejemplo.
Tanto es así que la palabra okupación tiene en Portugal unas connotaciones vetustas, pues remite a los ciudadanos a las ocasiones en que se realizaban estos actos en los años posteriores a la Revolución de los Claveles de 1974. Eran unos tiempos muy distintos y las hordas comunistas campaban a sus anchas en las calles. Hoy todo eso queda en el baúl de los recuerdos.
Información elaborada por: Rosalía Sánchez, Ángel Gómez Fuentes , Francisco Chacón y Guillermo Ginés