ABC (Córdoba)

La colombiana Pilar Quintana gana el premio Alfaguara

- INÉS MARTÍN RODRIGO

Ayer no se celebró el tradiciona­l almuerzo, con el que da comienzo la temporada literaria en el ámbito hispano, y durante el que se anuncia el ganador del premio Alfaguara. Pero sí hubo fallo, claro, y su correspond­iente rueda de prensa, en este caso virtual, Zoom mediante. Presentes en la Casa de América, en Madrid, todos los miembros de un jurado presidido por Héctor Abad Faciolince, fue el escritor colombiano el encargado de pronunciar el nombre de la galardonad­a: Pilar Quintana, por la obra «Los abismos». Nacida en Cali (Colombia) hace 48 años, la autora compareció, desde el otro lado del charco, «tan nerviosa como en el primer evento literario al que fui en mi vida». Aquel día, en el que se anunció la lista de los 39 escritores menores de 39 años más destacados de Latinoamér­ica, en la que ella aparecía, Abad Faciolince también estaba presente; le cogió la mano y le dijo: «Tranquila, todo va a salir bien». Y algo parecido sucedió ayer.

A juicio del jurado, «Los abismos», que se publicará el próximo 25 de marzo, «se adentra en la oscuridad del mundo de los adultos a través del punto de vista de una niña que, desde la memoria de su vida familiar, intenta comprender la conflictiv­a relación entre sus padres». Una niña que, en parte, en su día fue la propia Quintana. «Soy una escritora que usa la imaginació­n, pero mi fuente directa es la experienci­a», reconoció, para luego matizar:

PILAR QUINTANA

vo-burocrátic­o de licencias se mantuvo durante el XVI, pero comenzó a colapsar a finales de siglo, por cuanto se generó un mercado especulati­vo paralelo al comercio de esclavos. Ortiz Arza indica que la trata la dejaba la Corona en manos privadas mediante la venta de grandes lotes de licencias que recibían, por lo general, «ministros, favoritos del Rey, conquistad­ores o grandes financiero­s». Estos revendían o cedían estas licencias a los verdaderos traficante­s de esclavos, con pingües e inmediatos réditos.

De esta forma, se creó en Sevilla este mercado especulati­vo centrado en las licencias, que colapsó. «Por ello, a partir de 1595 la tarea de tomar y distribuir licencias se dejó en manos de expertos portuguese­s». Mientras duró este negocio, los vascos en Sevilla tuvieron un papel fundamenta­l. Ministros como Juan de Eguíbar, Martín de Gaztelu y Ochoa de Urquiza; beneficiar­ios como Juan Ortiz de Zárate o Gregorio de Ugarte destacan en una larga lista. «Uno es siempre sus personajes, pero nunca es el personaje del todo». Curtida en el género audiovisua­l antes de decantarse por la ficción literaria, ese poso de los guiones que no tuvo tiempo de escribir se percibe en cada una de sus obras, también en esta, que tuvo «muchísimas reescritur­as» y «reflexiona sobre el miedo a la muerte y a la orfandad».

Hasta la fecha, Quintana ha publicado cuatro novelas, la última de ellas la aclamada «La perra» (2017), traducida a 14 idiomas y con la que logró el premio de Narrativa Colombiana y fue finalista del National Book Award en Estados Unidos. Es autora, además, de la colección de cuentos «Caperucita se come al lobo».

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