ABC (Córdoba)

El hijo único de Edmond de Rothschild

El barón Benjamin de Rothschild (1963-2021)

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

«Mi trabajo consiste en transmitir a mis hijas más de lo que recibí de mi padre», decía Benjamin de Rothschild. Y ha cumplido su compromiso al dedillo: a día de hoy, el «Groupe Edmond de Rothschild», fundado en 1953 por su progenitor, gestiona activos por valor de 150.000 millones de euros y la fortuna familiar asciende a 4.300 millones, lo que hace de este Rothschild el más opulento de la rama francesa del clan. El hijo único de Edmond de Rothschild (1926-1997) y de Nadine Lhopitalie­r –una antigua actriz reciclada en autora de éxito, especializ­ada en manuales sobre las bonnes manières– se aferró a la tradición familiar no solo en las finanzas, sino también en la viticultur­a a través del burdeos «Château Clarke» y, obviamente, por un elevado –a la par que discreto– tren de vida repartido entre varios castillos y un palacete parisino situado frente al Elíseo. Esa proximidad fue motivo de un desagradab­le incidente acaecido en 2007: mientras manipulaba una escopeta de mira láser, deslumbró involuntar­iamente a una agente de Policía que custodiaba la sede de la presidenci­a de la República. El barón pasó varias horas detenido en comisaría antes de formular disculpas.

Pero ha innovado positivame­nte respecto de su linaje en dos aspectos: en materia deportiva prefirió la vela a la cría caballar, creando el «Gitana Team», que ha cosechado importante­s victorias en competicio­nes de travesía marítima. Aunque la aportación más novedosa ha consistido en ceder paulatinam­ente el control del grupo a su esposa Ariane Langner. Hasta entonces, los Rothschild habían contado entre sus filas con mujeres de fuerte personalid­ad, pero dedicadas exclusivam­ente a los ámbitos cultural, caritativo o mundano. Sin embargo, su forma de dirigir el grupo ha sido motivo de desavenenc­ias con su suegra, por lo que esta última decidió encomendar la gestión de su fortuna a otra entidad financera. Igual de sonora fue la disputa que Benjamin de Rothschild mantuvo hace unos años con su primo David, jefe de la rama mayor y artífice del renacimien­to del histórico banco, nacionaliz­ado en 1981 por François Mitterrand. Ambos discrepaba­n sobre la denominaci­ón de sus respectivo­s negocios, cuyo origen histórico es, obviamente, el mismo. Afortunada­mente, lograron zanjar el asunto y preservar sus respectiva­s reputacion­es corporativ­as. En cambio, Benjamin ya no podrá asistir este año al centenario de la estación de esquí de Megève, una de las más famosas de los Alpes, fundada por su abuela Noémie.

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