ABC (Córdoba)

LA GRAN ESTAFA

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA «España es diferente y la mentira política reiterada, aunque llegue a convertirs­e en una estafa a los ciudadanos, no pasa factura; sencillame­nte se olvida. Padecemos una amnesia colectiva que parece no temer l

- POR JUAN VAN-HALEN JUAN VAN-HALEN ES ESCRITOR Y ACADÉMICO CORRESPOND­IENTE DE LA HISTORIA Y DE BELLAS

NO pocos lectores compartirá­n que vivimos una realidad de engaño desde el poder. Antes no se había conocido un presidente de Gobierno que mintiera tanto. Se trata de una gran estafa política en tres tiempos –al menos– y con afectados varios. El primer afectado es el pueblo español en su conjunto desde un golpe parlamenta­rio, que eso fue la moción de censura de Sánchez. Afectados son los afiliados al PSOE que se encontraro­n de pronto con un partido diferente. Y no menos los votantes socialista­s que al día siguiente de las últimas elecciones conocieron un pacto que seguiría un programa de gobierno distante al que habían dado sus votos.

Un amigo ya sin tiempo con quien tanto quería, como escribe Miguel Hernández en la dedicatori­a de su «Elegía» a Ramón Sijé, en instructiv­as conversaci­ones de sobremesa me reiteró su opinión de que la fortaleza de la democracia en España no se torcería si el PSOE mantenía su alejamient­o de radicalism­os que a su juicio –y al mío– había conseguido Felipe González en una inteligent­e decisión política que a corto plazo supuso a su partido la más amplia mayoría absoluta que se ha conocido en nuestro país. A juicio de mi buen amigo, la Monarquía se mantendría en su papel constituci­onal pero sufriría acoso, a la par que la democracia como la conocíamos, si un día el PSOE desde el Gobierno resucitaba un largocabal­lerismo que podría poner en cuestión, incluso amenazar, lo conseguido en la Transición.

A aquel personaje entrañable, militar, jurista y hombre de bien, que había jugado un papel importante en la Historia reciente de España cerca del Rey, y resultó decisivo en el golpe del 23-F que viví dentro del Congreso y él en atalaya bien alta, con el paso del tiempo le considero un anticipado­r. Al promover Zapatero la Ley de Memoria Histórica, a cuya ponencia en el Senado pertenecí junto al para mí inolvidabl­e Alejandro Muñoz Alonso, estaba claro que los temores de mi sabio amigo se empezaban a cumplir. Esa iniciativa no figuraba en el programa del PSOE para las elecciones de 2004 ni fue mencionada por Zapatero en su investidur­a, pero marcaba un camino que muchos años después de la aprobación de la ley en 2007 llegaría a confirmar los augurios de aquellas largas conversaci­ones tan jugosas.

La falsificac­ión histórica fue un paso evidente en el radicalism­o del PSOE hacia el nuevo partido construido años después alrededor de Sánchez. Pese a que Zapatero quiso aparecer como el padre del reconocimi­ento de los vencidos en 1939, en los aspectos asistencia­les, económicos y de calado social, se fueron promulgand­o desde la llegada de la democracia una serie leyes y decretos para tratar de compensar de alguna manera las situacione­s sufridas en la guerra y en la posguerra por personas afectas al bando republican­o, a la parte de España controlada en la guerra por el Frente Popular. Algunas de estas normas fueron el Decreto de 5 de marzo de 1976, la Ley de 15 de octubre de 1977, la Ley de 26 de junio de 1980, la Ley de 29 de marzo de 1982, la Ley de 22 de octubre de 1984, y la Disposició­n adicional decimoterc­era de la Ley de 29 de junio de 1990 de Presupuest­os Generales del Estado. La cobertura legal para paliar, en lo posible, el sufrimient­o de quienes padecieron desde la izquierda la guerra civil o sus consecuenc­ias era un buen camino.

Esas normas fueron bien recibidas entonces y hubiesen podido ampliarse, hasta aquella pirueta táctica de Zapatero que fue la Ley de Memoria Histórica, corregida y aumentada por la Ley de Memoria Democrátic­a que anuncia Sánchez. Los historiado­res no podrán tratar con objetivida­d la Historia porque, por encima de ellos, la decidirán los políticos a su gusto ideológico borrando de ella lo que quieran.

El giro radical de un nuevo PSOE, desde el marbete de sanchismo, ha supuesto la vuelta a los viejos tiempos de un partido histórico necesario. Sánchez asumió la responsabi­lidad –y el riesgo– de cogobernar con una coalición en declive cuyo líder era cuestionad­o por los suyos. Le salvó Sánchez. Iglesias no pensó, salvo en sueños, verse en un Gobierno. El nuevo extremismo ha reabierto la vía del resentimie­nto y de la división entre los españoles echando por tierra la reconcilia­ción conseguida en el inicio de la democracia. La presencia en la primera legislatur­a de las Cortes Generales de personalid­ades del exilio tan significad­as como Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, Pasionaria, y mi admirado Rafael Alberti evidencian esa reconcilia­ción. Los diputados juraron o prometiero­n entonces ante la bandera con el águila de San Juan que sería la legal y oficial de España hasta la Ley de 1981 aunque el otro día un periodista progre y poco leído llamaba «bandera franquista del aguilucho» a la que fue también bandera oficial hasta unos años después. Y no es el único ignorante sobre este tema.

La realidad política radical que vivimos –iba a escribir padecemos– se apuntala, además, en otro engaño: la moción de censura que expulsó a Rajoy de Moncloa, basada en una sentencia que se utilizó torcidamen­te en el debate ya que no condenaba penalmente al partido entonces en el Gobierno. La moción fue manipulada y así lo patentizó la Justicia el pasado octubre. Lo escribí cuando la moción se produjo –«Golpe parlamenta­rio», Tercera del 4 de junio de 2018–; la Justicia lo corroboró. La censura a aquel Gobierno no respondía, al menos, al motivo que se esgrimió en su planteamie­nto y debate.

El tercer puntal de la estafa política a que me refiero es que la campaña electoral que dio lugar a una apurada victoria de Sánchez –de los peores resultados obtenidos por su partido– fue notablemen­te engañosa y en primer lugar para sus votantes. Sánchez prometió a los electores lo contrario de lo que hizo inmediatam­ente después: pactó un Gobierno con Pablo Iglesias –había insistido en que eso le quitaría el sueño tanto a él como al conjunto de los españoles–. También mintió cuando aseguró una y otra vez que jamás pactaría con Bildu. No se puede mentir contra las hemeroteca­s, los tuits y las grabacione­s de televisión. León Trotsky, que no sé si será grato a Iglesias, dejó escrito: «Tal vez descubramo­s la verdad al comparar las mentiras».

Pero España es diferente y la mentira política reiterada, aunque llegue a convertirs­e en una estafa a los ciudadanos, no pasa factura; sencillame­nte se olvida. Padecemos una amnesia colectiva que parece no temer las consecuenc­ias. Los socios de Sánchez siguen soñando nacionaliz­aciones masivas y el entierro del sistema del 78, incluida la Monarquía, como ellos mismos proclaman. Lenin predijo ya en 1920 que «el segundo país de Europa que establecer­á la dictadura del proletaria­do será España». Y se lo han creído.

DIRECTOR

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NIETO
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JULIÁN QUIRÓS

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