ABC (Córdoba)

ESTAMPAS PANDÉMICAS

Picaresca de vacunas, jóvenes de fiesta… la responsabi­lidad individual es la idea más desgastada de esta época

- IGNACIO CAMACHO

SALTARSE la fila. Dieciséis políticos, casi todos del PSOE y del PP, dos directores de hospital y varios altos mandos militares se han vacunado contra el Covid fuera de turno. Sólo un consejero de Murcia ha dimitido por ello. La indignació­n social por el ventajismo y la falta de ejemplarid­ad estalla con el telón de fondo de una campaña de vacunación muy por debajo de las expectativ­as oficiales. La mayoría de la población (por debajo de 65 años y sin pertenecer a un grupo de riesgo específico) ignora cuándo le tocará la inyección. Sine die. No hay calendario. Ni dosis para los grupos prevalente­s. Las cajas con la enorme pegatina de Iván Redondo no traían bastantes viales.

El Covid es una fiesta. Decenas de jóvenes bailando a todo trapo y sin mascarilla­s en el teatro Barceló de Madrid. El alcalde los invita a visitar los hospitales. Debería extender su oferta a las television­es, empezando por Telemadrid, para que muestren la realidad dramática de la epidemia, la angustia de los enfermos de neumonía, el ruido sobrecoged­or de los respirador­es. Las autoridade­s no se atreven a decir alto y claro que el derecho a la diversión no existe. El cliente (votante) siempre tiene razón. La responsabi­lidad individual es el concepto más desgastado y sobrevalor­ado de esta época.

Simón el de las quinielas. No le basta con ejercer de comentaris­ta de la plaga que está obligado a controlar: hace de profeta con el mismo éxito. A los diez días de afirmar que la variante británica del virus tendría «impacto marginal» se ve obligado a rectificar cuando la variante citada, sumada a la brasileña y tal vez a la sudafrican­a, disparan la tasa de reproducci­ón (el factor R) por persona infectada. Sí, es el mismo que pronosticó «como mucho unos cuantos casos» hace un año. Sigue en su puesto. Su permanenci­a es ya una ofensa para las víctimas y el país entero.

Máster trucho. También disfruta, y cómo, de su cargo Pedro Sánchez, el hombre que, ante un tribunal a medida, presentó una tesis doctoral llena de párrafos copiados y obtuvo con ella un título habilitant­e para puestos universita­rios. Cristina Cifuentes se sienta estos días en el banquillo acusada de acreditar un máster falso. El fiscal le pide más de ¡¡tres años!! de cárcel. Ella sí dimitió acorralada por el escándalo.

Sánchez, colócanos. 735.000 empleos han creado en los últimos quince meses las empresas públicas y la Administra­ción central del Estado (sin contar los servicios públicos de las autonomías) mientras el sector privado se desangra por las restriccio­nes de la epidemia y el alza continua de impuestos. El viejo grito popular a Natalio Rivas, aquel «¡colócanos a tós!» que parodió en una murga el llorado Carlos Cano, se ha convertido en el manual contemporá­neo que el Gobierno aplica para combatir el paro. La estataliza­ción de la economía, al precio de asfixiar a los contribuye­ntes, avanza a buen paso.

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