EL AÑO DEL MONO
El libro está lleno de momentos místicos como cuando entabla un diálogo existencial con el cartel luminoso del hotel de la playa
EN la madrugada de la Nochevieja de 2015, Patti Smith alquiló una habitación en el Drean Inn en la playa de Santa Cruz (California). Había ido allí a dar un concierto, pero estaba mentalmente ausente porque su amigo Sandy Pearlman agonizaba en un hospital. Había cumplido 70 años.
La cantante, guitarrista, compositora y poeta atravesaba una profunda depresión y una crisis de creatividad cuando decidió vagar sin rumbo a lo largo de unas semanas por la costa Oeste, el desierto de Arizona, Kentucky y finalmente Nueva York. El resultado de ese viaje es «El año del Mono», premiado con el National Book Award, el más importante galardón literario de Estados Unidos.
La letra de sus canciones, su apariencia andrógina y la estética punk que ha cultivado han forjado de ella una imagen vinculada a la transgresión y la rebelión contra el orden establecido. Ese es el estereotipo que ha fomentado desde que vivió con el fotógrafo gay Robert Mapplethorpe en el hotel Chelsea
de Manhattan a finales de los 60.
Pero lo que no podíamos imaginar es que Patti Smith albergara un profundo sentimiento religioso que le impulsó a cruzar el Atlántico para contemplar «La Adoración del Cordero Místico», un políptico de los hermanos Hubert y Jan Van Eyck que se exhibe en la antigua iglesia de San Juan en Gante, pintado en 1432.
El tema de la representación, de cuatro metros de largo, es la redención del hombre por el sacrificio de Jesús, cuyos rasgos adivina Smith en la expresión humanizada y doliente del cordero. La cantante confiesa que no dudó en coger un avión para recorrer miles de kilómetros y contemplar la versión restaurada del cuadro.
Tras cerrarse las puertas del templo, se quedó allí «ante el panel del arcángel Gabriel, con las alas del color de un higo cortado, enfrente de la Virgen María, con los pliegues de la túnica bañados por la luz». Profundamente conmovida, escribe: «Incliné la cabeza y recé por mi hermana».
El libro está lleno de momentos místicos como cuando entabla un diálogo existencial con el cartel luminoso del hotel de la playa, cuando coloca una sábana en la habitación para anotar sus fantasías o cuando acompaña a una desconocida que vende mermelada a Venice Beach. Podría parecer ridículo, pero, mientras leía el libro, encontraba los ecos de las reflexiones de Blaise Pascal en las palabras de Patti Smith, que se identifica con Hans Castorp, el protagonista de «La montaña mágica».
El filósofo francés encontró una noche a Dios en la capilla de la abadía de Port Royal y la compositora de Chicago lo vio en las luces de neón, en una tormenta en el Pacífico, en los personajes de «Alicia en el país de las maravillas» o en su colega agonizante. Curiosos caminos para llegar a lo misterioso e innombrable. Tendremos que esperar hasta el 2028 para que vuelva el Año del Mono.