Luna de miel en Washington
Las agrias protestas contra Trump han dado paso a una euforia apenas disimulada en la capital de EE.UU.
Ayer, unos momentos antes de que la nueva portavoz de la Casa Blanca diera su tercera rueda de prensa ante el atril de la sala de prensa, un periodista de una conocida revista bailaba en el recibidor de las oficinas del equipo de comunicación de la presidencia ante la mirada divertida de los nuevos funcionarios. Todo eran alegría y risas, y ambas partes hacían un esfuerzo por demostrar que en la Casa Blanca las cosas han cambiado, que aquella guerra fría de la era Trump ha dado paso a una primavera de luz y de color donde el sol brilla a diario y Joe Biden no puede hacer nada mal.
Es decir, Washington vive una luna de miel. Se nota no sólo dentro de la Casa Blanca, sino por las calles. Los carteles contra Trump siguen acartonados en las paredes, como el recuerdo de una era que se siente lejana pero que en realidad acabó este miércoles. Han sido cuatro largos años de protesta continuada en una ciudad que nunca toleró a los Trump, y eso hace mella.
Biden, por lo que se ve, ha aterrizado en Washington con muy buen pie. Es común ver a washingtonianos de a pie, caminando por la calle, con camisetas, gorras y hasta mascarillas con los apellidos Biden/Harris, presidente y vicepresidenta. Se siente como en los primeros años de la «obamanía», aquel éxtasis inicial de la presidencia de Barack Obama donde todo eran buenas intenciones, victorias inmediatas y premios
La nueva portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, en su rueda de prensa de ayer
Nobel por la vía rápida. Luego llegaron, ya más tarde, las reservas y los fracasos, y la mayor impugnación de aquella era, la victoria de Trump en las elecciones de 2016.
De protesta a baile
El que ha sido punto de protesta permanente ante la Casa Blanca, epicentro de los disturbios que barrieron la capital en el sofocante verano de 2020, es desde el miércoles una fiesta. Sigue sonando por unos altavoces gigantescos una canción de hip hop no apta para todos los públicos, que esencialmente manda a tomar viento fresco a Donald Trump. Pero junto a las banderas negras de la protesta racial hay ahora enormes carteles con el apellido de Biden, y la furia puño en alto ha dado pie a un éxtasis bailongo que no cesa.
Mientras, una parte de la prensa norteamericana vive también un tórrido romance con la Administración Biden. Estos son algunos titulares publicados recientemente por medios de reconocido prestigio en EE.UU.: «Biden, la fe, la tolerancia». «El catolicismo de Joe Biden prioriza curar heridas. Ahora, él liderará una América que sufre». «Biden apuesta por la unidad». «La defensa de la unidad de Biden es estratégica, no una rendición».
Consciente de lo nefastas que eran las relaciones de la Administración saliente con la prensa, a la que se acusó demasiadas veces de ser «enemiga del pueblo», Jen Psaki, la nueva portavoz de la Casa Blanca, ha ido al extremo contrario. Donde antes había una mueca, ahora hay una sonrisa. En lugar de una rueda de prensa de vez en cuando, hoy hay una comparecencia diaria. Los reproches han dado paso a los halagos. Psaki se estrenó el miércoles con toda una declaración de intenciones: «Tengo un profundo respeto por el papel de una prensa libre e independiente en nuestra democracia y por el papel que todos ustedes desempeñan».