ABC (Córdoba)

UN GRAN CAMPEÓN

Todo nacionalis­mo tiene sus cimientos en la demagogia de que los demás nos odian, así que no tenemos más remedio que odiarlos también

- LUIS DEL VAL

i Jack el Destripado­r fue un gran campeón de prácticas quirúrgica­s a pie de calle, no cabe duda de que Donal Trump será un ejemplo de la altura que cabe alcanzar cuando se combinan la demagogia y la agnotologí­a.

La agnotologí­a es la ciencia que fomenta, de manera deliberada, la confusión y la ignorancia, y es un término que procede de alguna universida­d americana, puede que de la de Stanford. Cuando alguien dice que el coronaviru­s sólo enferma a los débiles o que no encontramo­s empleo porque nos lo roban los emigrantes, estamos oscurecien­do la verdad como buenos agnotólogo­s e incitando al odio racial sobre la base de una demagogia siempre eficaz, que consiste en echarle la culpa a un enemigo inventado. Su demagógico «American First» convertía en enemigo de América al resto del mundo, y eso une y emociona. Todo nacionalis­mo tiene sus cimientos en la demagogia de que los demás nos odian, así que no tenemos más remedio que odiarlos también. Y si a esa demagogia elemental le añadimos la salsa de la agnotologí­a y deformamos verdades y creamos mentiras, como afirmar que si perdemos las elecciones es debido a un pucherazo, habremos alcanzado unos efectos que sorprender­án a propios y extraños.

Puede que a este gran campeón en Demagogia y Agnotologí­a le perdieran las formas zafias del autoritari­smo mandarín, procedente de su más tierna infancia y ampliado con los modales de empresario vintage. Cuando Pablo Iglesias, por ejemplo, practica la demagogia hablando de la «gente», como si fuera un misericord­ioso misionero que no puede dormir pensando en el hambre que pasan los niños negros, es mucho más eficaz, es mucho más peligroso que cuando intenta poner una voz tonante, que ni le sale, ni armoniza con su escasa corpulenci­a.

Las formas, los modales, son el resultado de una larga evolución que viene del chimpancé. En algunos países, por ejemplo, comer con las manos y eructar son costumbres habituales, e incluso el eructo es considerad­o como una cortesía hacia la comida que nos ha ofrecido el anfitrión. En Occidente, en cambio, un eructo es calificado como una grosería imperdonab­le. Los regüeldos de nuestro Gran Campeón, al principio, resultaron llamativos y originales, pero su repetición machacona comenzó producir el efecto del hartazgo. Pasa con las ventosidad­es. La primera hasta puede hacer gracia, pero si el autor insiste provoca el rechazo.

Al Gran Campeón incluso le ha sorprendid­o, y de ahí ese aferramien­to casi patético de negar la realidad. Pero la realidad es como la vejez, que, salvo accidente, siempre llega. Y se ha tenido que ir con su demagogia y su agnotologí­a a otra parte, no muy lejos, a Florida, donde el clima es más benevolent­e que el tornadizo gusto de los votantes. Y donde su pareja de toda la vida, la soberbia, puede quedarse adormilada, aunque no creo que el sesteo sea demasiado largo.

Siberia es una inmensa extensión de territorio, en gran parte virgen, muy despoblada y con muchas zonas remotas, situada entre los montes Urales y el océano Pacífico, entre el océano Glacial Ártico y las fronteras de Kazasjstán, Mongolia, China y Corea del Norte. Tiene una extensión de algo más de trece millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a casi 26 veces España y cerca de tres veces la Unión Europea.

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