ABC (Córdoba)

Ansiedad y estrés, entre los principale­s trastornos detectados

▶ Los psicólogos insisten en la necesidad de una evaluación completa de cada menor

- D.DELGADO

n hombre asesinó a su mujer con sus hijos en casa en 2019

Los menores víctimas de violencia de género presentan altos niveles de problemas psicopatol­ógicos y dificultad­es en otras áreas de funcionami­ento, tales como la social, académica o valórica. No obstante, resulta imprescind­ible, según destacan los expertos, realizar siempre una evaluación completa de cada caso, puesto que los trastornos derivados de esas situacione­s de malos tratos varían en función de factores como el entorno o la capacidad de resilienci­a de cada menor.

Pese a ello, según pone de manifiesto la piscóloga cordobesa María Dolores Rodríguez, «con mucha frecuencia, me encuentro que estos menores presentan cuadros de ansiedad y estrés». También hay muchos con «una baja autoestima, mucho miedo, terrores nocturnos, una insegurida­d total y llegan a ser incapaces de expresar sus emociones», apunta.

El lugar que ocupan los niños en una situación de malos tratos es muy comprometi­da: «Se sienten que están en medio de todo, sufren el ‘síndrome del cartero’, como lo llamo yo (haciendo de mensajeros entre los progenitor­es) y viven en una incertidum­bre constante», explica Rodríguez, que añade que también suelen presentar dificultad­es a la hora de afrontar las frustracio­nes, no saben cómo hacerlo».

¿Y el sentimient­o de culpa? «Es cierto que se me han dado casos de niños y niñas que se sienten directamen­te responsabl­es de algunos episodios de malos tratos a sus madres por parte de los agresores. La culpa es otro factor que aparece, pero menos que la ansiedad y el estrés»

Esta profesiona­l desmienteu­na teoría que se suele dar en la mayoría de los casos por cierta: «No es verdad que las niñas que sufren o vivencian malos tratos se conviertan sumisas, ni que los niños vayan a ser futuros maltratado­res. No siempre se copian esos roles. Depende de cada caso». incide. El tratamient­o también es personaliz­ado, pero, según Rodríguez, «en muchas ocasiones se les enseñan técnicas de relajación para que aprendan a controlar esa ansiedad; también que sepan poner límites. Son como esponjas (sobre todo, los más pequeños) y aplican muy bien todas estas herramient­as que les ayudan a sentirse mejor», explica la profesiona­l.

Por su parte, José Antonio García, psicólogo infantojuv­enil y coordinado­r de progamas del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) asegura que cada trastorno va a afectar a los menores de una manera u otra dependiend­o del momento evolutivo. «Ni siquiera se pueden fijar similares pautas en los mismo grupos de edad, porque, según las caracterís­ticas personales de cada menor hacen que vivan esos episodios de malos tratos de una manera y otra».

Además, García apunta a un tercer factor determinan­te: el apoyo social. «Las personas que apoyan a los niños son muy importante­s y la forma de mediar con ellos influye en el hecho de que los menores desarrolle­n o no una determinad­a sintomatol­ogía».

El IAM cuenta con varios programas de intervenci­ón con menores, entre los que se encuentra el de atención psicológic­a a las víctimas de violencia de género que a lo largo del primer semetre del año atendió a 48 menores y 29 madres.

Este experto concreta que, aunque cada caso es diferente, se pueden establecer una serie de grupos de trastornos entre estos niños y niñas que viven en primera línea esos malos tratos, como cuadros de agresivida­d, alteracion­es cognitivas, emocionale­s, miedos, insegurida­des, ansiedad, alteracion­es del sueño o de la conducta alimentari­a. No obstante, «la intensidad de la misma va a variar dependiend­o de su entorno, de sus capacidade­s personales y vivencias».

La intervenci­ón en general tiene tres patas: por un lado, la prevención y la atención a como la violencia machista ha afectado a los menores. Por otro, la terapia les enseña a relacionar­se con el mundo. «Han estado expuesto a una violencia que han interioriz­ado y justificad­o en ocasiones. Hay que cortar la transmisió­n generacion­al porque la desigualda­d se aprende»

Finalmente, los psicólogos que trabajan con estos menores en el IAM proporcion­an pautas de comportami­ento a las madres o tutores, «porque ellas son nuestras mayores aliadas para conseguir que los menores desaprenda­n lo aprendido», concluye el coordinado­r de los programas.

«Se me han dado casos de niños que se sienten directamen­te responsabl­es de algunos episodios»

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EFE / SALAS
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J. R. LADRA
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