ABC (Córdoba)

SEGUNDAS PARTES

- LA CRUZ DEL SUR JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN

n pleno apogeo de pandemia y agotado el recurso mímico de sus primeros espadas, un Sánchez providente ha dado por concluida la primera parte del atroz espectácul­o. Sin que la decisión obedezca a ningún motivo justificab­le, el Gran Timonel de este (des)Gobierno errático ha descabezad­o las dos eminencias del problema político –la sanidad y la gestión autonómica– dando por finalizada la primera etapa de la gesta pandémica como el que come un peón inútil en un final de partida. No tienen más que calibrar el relevo: una ministra sin apenas bagaje para gobernar el caos sanitario y un fracasado trujimán de partido sin otra impediment­a que su mochila de marrullerí­as criptosepa­ratistas para intervenir la ruina de este Estado de las Autonomías. Y todo para intentar con ventaja partidista un cambio electoral en Cataluña que habrá de consistir sí o sí en una de dos: el rearme de la secesión o un gobiernill­o tripartito como el no poco cleptómano que ya vimos fracasar.

No es que cupiera esperar más de esta «nave de los locos» pero admitirán que, con la curva del contagio en su cénit, el rotundo fiasco del plan vacunal, el país confinado de hecho y la ruina económica acreditada, cabría haber esperado siquiera un relevo solvente. Pero ¿cómo asumir esa salida en falso de un ministro incapaz sin una triste comparecen­cia parlamenta­ria, ese relevo en el puente y en plena galerna, o la permanenci­a en el gobernalle del chafandón embustero que, sin alterar el gesto, ha errado cuanto pronóstico ha tenido a bien hacer desde que llegó al cargo?

No tiene ya sentido alguno fijarse en la mendacidad de esta tropa que sólo acierta cuando da marcha atrás, ni insistir en la clamorosa mediocrida­d de esa elite

No tiene sentido alguno fijarse en la mendacidad de esta tropa que acierta cuando da marcha atrás

política en la que un presidente fraudulent­o campa a sus anchas sobre la medianía más rebajada que se recuerda, pero tampoco es posible la indiferenc­ia ante una crisis de imprevisib­les consecuenc­ias que vemos degenerar sin remedio en manos demostrada­mente incompeten­tes. Una cosa es plagiar una tesis o trapichear en las institucio­nes, y otra muy distinta dejar un país doliente en manos inexpertas o confiar la inmensa avería institucio­nal del Estado autonómico a un disidente confeso. Gobernar sobre un país doliente ignorando tantos miles de víctimas está convirtien­do esta legislatur­a en un funeral, a la salida del cual nos aguarda el desconsuel­o de la bancarrota.

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