Condena «reducida» para Navalni de dos años y ocho meses
▶ El opositor ruso, que sobrevivió al veneno, deberá cumplirlos en un centro penitenciario
Después de un aparatoso juicio y de dos recesos para deliberar, los jueces del Tribunal Símonovski de la capital rusa, que tuvieron que utilizar la sede del Tribunal Municipal de Moscú para contar con más espacio, decidieron condenar a Alexéi Navalni, principal adversario del presidente Vladímir Putin, a tres años y medio en una colonia penitenciaria, pero, en un fingido gesto de benevolencia, se le descuentan 10 meses de una arresto domiciliario anterior y deberá cumplir dos años y ocho meses.
Nada más escuchar el veredicto, su esposa, Julia Naválnaya, rompió a llorar desconsoladamente. Navalni le dijo «no te entristezcas todavía, todo va a ir bien». La sentencia fue dictada por la juez Natalia Répnikova mientras en las calles adyacentes, no en la inmediatez del edificio judicial a causa del cordón policial desplegado, una multitud de partidarios del dirigente opositor pedía su liberación. Más de medio millar de quienes acudieron fueron detenidos y se produjeron incluso choques con los agentes. Tras el juicio, las protestas se trasladaron al centro de Moscú, en donde los antidisturbios bloquearon las principales plazas.
En su intervención ante la juez, Navalni reiteró que todo el proceso ha estado «amañado» desde el principio y que, según su opinión, «lo más importante en este juicio es asustar a un enorme número de personas. Encarcelan a una de ellas para intimidar a millones». No obstante, dijo que, a pesar del enorme número de personas detenidas en las manifestaciones del pasado domingo, más de 5.500, y el día 23 de enero, casi 4.000, «no se puede meter en prisión a cientos de miles de personas». «Cuando se den cuenta de ello, y ese momento llegará, verán que no se puede encarcelar a todo el país», afirmó.
Navalni mantuvo un agrio intercambio de réplicas con la representante de la Fiscalía General, que trató de demostrar que el acusado no acudió a las citas preceptivas ante las autoridades penitenciarias estando con la condena suspendida. El político opositor fue sentenciado en 2014 a tres años y medio de prisión «condicional» por un presunto delito de estafa y blanqueo de capitales relacionado con la firma Yves Rocher.
Formalismos legales
La supuesta «violación sistemática» de las inspecciones a las que, según las autoridades, Navalni no acudió es lo que ha servido para que el Servicio Penitenciario Federal de Rusia (FSIN) solicitara al Tribunal Símonovski que cambiara la condena suspendida por real y, por tanto, pase a cumplirla en prisión. Tanto el líder opositor como sus abogados defendieron que no pudo acudir a las citaciones por encontrarse en Alemania para recibir tratamiento tras su envenenamiento. La demanda del FSIN fue lo que motivó que Navalni fuera arrestado nada más poner el pie en Rusia tras regresar de Alemania, el pasado 17 de enero. Además, tanto él como la defensa recordaron a la juez que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) anuló aquella sentencia, que calificó de «motivada por razones de índole política».
Pero el tribunal cumplió con los requisitos de la Fiscalía, que a su vez apoyó en el alegato del FSIN. Según la juez, la presencia de Navalni en la clínica Charité solo se confirma hasta septiembre. Después de ser dado de alta, dijo en la lectura de la sentencia, vivió en un hotel de Berlín, que informó a la inspección solo 2 meses después. La juez encargada de llevar la vista era Julia Ókuneva, pero fue sustituida antes del comienzo de la audiencia por Répnikova, a la que los medios de comunicación opositores vaticinan una carrera meteórica.
El dirigente opositor volvió a llamar a Putin «viejo en el búnker» y le acusó otra vez de ser él quien dio la orden de envenenarlo el pasado verano. Aseguró que «unos pasaron a la historia como Yaroslav el Sabio y Putin lo hará como Vladímir el envenenador de los calzoncillos».
Navalni consiguió el pasado mes de diciembre hacerse pasar por el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nikolái Pátrushev, en una conversación telefónica que mantuvo con Konstantín Kudriátsev, uno de los agentes supuestamente implicados en su envenenamiento con la sustancia tóxica de uso militar Novichok. Kudriátsev admitió que el veneno le fue untado a Navalni en los calzoncillos, en las costuras delanteras de la parte de la prenda que cubre los genitales, en la bragueta. La grabación del aquel diálogo fue difundida en las redes sociales, aunque el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (el antiguo KGB rebautizado con el nombre de FSB tras la disolución de la extinta Unión Soviética) la tachó de «falsificación».
«Putin pasará a la historia no como Yaroslav el Sabio sino como el envenenador de los calzoncillos»