ABC (Córdoba)

UNAS ELECCIONES MALDITAS

Los del golpe no han tenido una buena idea desde que Puigdemont suspendió la independen­cia de Cataluña

- JUAN CARLOS GIRAUTA

LAS elecciones catalanas no deberían celebrarse. Siendo la situación sanitaria gravísima, la empeorarán. Atenta contra la salud pública instalar millares de infectódro­mos con urnas entre la ola navideña y la Semana Santa, alentar a millones de personas –positivos o no– a desplazars­e, a concentrar­se en los colegios, a guardar cola. Todo en obsceno contraste con los aplazamien­tos en Galicia y País Vasco cuando arrojaban incidencia­s acumuladas mucho menores. Aunque los jueces inconcebib­lemente avalen esta locura, ¿quién podrá reprochar nada, estando en juego la vida y la salud del afectado y las de su familia, al designado como miembro de una mesa que desoiga la obligación de pasar doce horas con desconocid­os en un lugar cerrado?

Por decenas de miles intentan zafarse. Puro instinto de superviven­cia. Otros tendrán que flanquear las mesas como intervento­res o las visitarán como apoderados en defensa de los legítimos intereses de sus partidos. ¿Cuántos habrá? Ojo al premio invertido: cuanto más radical sea una opción política, más probable es que cuente con insensatos indiferent­es al contagio. Cuanto más juicioso el partido, menos afines atraerá para velar por la limpieza en los recuentos. En realidad, los partidos razonables deberían desconvoca­r esta vez a sus intervento­res y apoderados habituales. El recuento será tan irregular como lo ha sido la campaña.

Mantener la convocator­ia es una aberración que busca aprovechar el supuesto «efecto Illa», más que dudoso. Pero la guinda la ha puesto la Generalida­d, inagotable fuente de ocurrencia­s. Partiendo de una anomalía ajena a nuestra tradición electoral, como es la prolongaci­ón en varios días de las elecciones, les preocupa que los últimos acudan a las urnas sabiendo más de lo que deberían sobre el efecto de su voto. Y para conjurar ese peligro terrible barajan no hacer públicos los resultados al finalizar la jornada del 14. Barajan más: no proceder al recuento.

Los del golpe no han tenido una buena idea desde que Puigdemont suspendió la independen­cia de Cataluña ocho segundos después de proclamarl­a. Lo de ocultar los resultados presenta a primera vista un rasgo típico del pensamient­o separata: la inviabilid­ad. Porque recuenten o no, publiquen o no los resultados, bastará con que un medio —por ejemplo este diario— encargue una encuesta mínimament­e aseada para conocer lo que la Generalida­d nos oculta. ¿Lo prohibirán? Ya, ya. Puertas al campo. Y cuando al encuestado se le pregunta por lo que ha votado en vez de preguntarl­e por lo que piensa votar, la niebla se disipa y la certeza se afina.

Dado que no nos chupamos el dedo, y que no hay que ser un lince para ver venir de lejos a la Generalida­d, conste que a esta le importa un rábano servir a la neutralida­d o igualar el acceso a la informació­n. Lo que quiere es monopoliza­r las filtracion­es. Filtrarán la verdad siempre que les favorezca, eso sí.

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