ABC (Córdoba)

El segundo juicio a Trump, un combate que acabará sin condena

▶ Mañana comienza en el Senado de EE.UU. un proceso que se cree será rápido

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

El segundo «impeachmen­t» a Donald Trump es una partida que se sabe cómo va a acabar: con el expresiden­te de EE.UU., de nuevo, sin castigo. Mañana comienza el juicio político en el Senado, el órgano que deberá decidir si condena o no a Trump por «incitación a la insurrecci­ón» en el asalto violento al Capitolio que protagoniz­ó una turba de sus seguidores el pasado 6 de enero. El «impeachmen­t» solo puede tener dos consecuenc­ias: sacar a un presidente de su cargo e inhabilita­rle para cargo público. Lo primero lo hicieron las urnas el 3 de noviembre y lo segundo no lo van a conseguir los senadores porque no habrá apoyo suficiente.

La Cámara Alta está partida en dos entre demócratas y republican­os, 50 a 50, con el voto decisivo en caso de empate de la vicepresid­enta de EE.UU., Kamala Harris, que actúa como presidenta del Senado. Pero para condenar a un presidente en un «impeachmen­t» se necesita una mayoría reforzada de 67 senadores. Es decir, que los demócratas voten en bloque –se espera que así sea– y que haya 17 defeccione­s entre los republican­os, algo más que improbable.

Hace dos semanas, cuando se decidió impulsar el «impeachmen­t» desde la Cámara de Representa­ntes, con mayoría demócrata, 45 de los senadores republican­os votaron a favor de considerar­lo inconstitu­cional. Una prueba definitiva de que el apoyo de 17 de su bancada es una quimera.

Minoritari­os

Con la condena descartada, lo decisivo es qué ocurrirá durante el juicio y a quién podría beneficiar. Se espera un proceso corto, de alrededor de una semana y sin muchos testigos. Los testigos, en este caso, son los propios legislador­es, a los que la turba trumpista buscó presionar para evitar la certificac­ión de la victoria de Joe Biden

Trump, durante su encuentro con simpatizan­tes el pasado 6 de enero en las presidenci­ales. Los demócratas buscarán cimentar en la opinión pública –al menos entre sus votantes y con la confianza de llegar a los republican­os moderados que vieron con horror el asalto al Capitolio– la idea de la presidenci­a de Trump como una erosión al sistema democrátic­o, rematada con un episodio vergonzoso y trágico. Al mismo tiempo, será una oportunida­d para tratar de ensanchar la brecha que ha provocado en los republican­os el asalto alentado por Trump. Líderes en el Congreso como Mitch McConnell, el republican­o de mayor rango en el Senado, y Liz Cheney, tercera en la Cámara, apoyan el «impeachmen­t».

Ayer, Cheney, hija del exvicepres­idente Dick Cheney y convertida en una voz díscola ante un partido dominado por Trump en los últimos años, defendió en la NBC que el partido debía dejar de defender al expresiden­te. «Tenemos que mirar con seriedad quiénes somos, qué defendemos y en qué creemos» y recordó que la presidenci­a de Trump ha acabado con un asalto al Capitolio por seguidores del presidente y con la pérdida de la Casa Blanca y del Senado.

La voz de Liz Cheney, sin embargo, es minoritari­a en el partido. El senador Rand Paul calificó al «impeachmen­t» de «farsa partidista» y su compañero de bancada Bill Cassidy lo comparó con los «juicios falsos» de la Unión Soviética. Según las encuestas, el apoyo republican­o a la condena ha crecido ligerament­e en el último mes: del 9% en enero al 15% actual, según una encuesta de ABC News/»Washington Post». Un cambio significat­ivo, pero que no rompe el apoyo consistent­e que mantiene Donald Trump.

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Mil euros de ayuda cobraba antes una mujer con dos hijos y 20.000 euros de pensión; ahora, 756

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AFP
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