Inflación
Los datos sobre la evolución de los precios en el mes de enero seguro que ha provocado que algunos miembros del Consejo del Banco Central Europeo se hayan revuelto en la silla. Las cifras que se han conocido sobre la evolución de la inflación en Alemania, Francia y España han sido mucho más altas de lo que se esperaba.
Es verdad que hay factores coyunturales que explican en parte o en todo el repunte que hemos visto en enero, sin embargo se trata de un primer aviso que la autoridad monetaria europea haría mal en desestimar. No parece que lo más prudente de cara a este año sea enrocarse en que el repunte de la inflación es transitorio y que las fuerzas deflacionistas de los últimos años siguen vigentes. Probablemente sea mejor prevenir y empezar a adecuar el discurso. Con independencia de lo que pueda pasar en los próximos meses con los precios es probable que tarde o temprano las cifras se vayan acercando a los límites fijados por el BCE. Cuanto antes empiecen a flexibilizar su postura mejor para todos. Hay que empezar a explicar que de la situación actual de elevadísima deuda pública solo podemos salir conviviendo durante un periodo más o menos largo con inflaciones por encima de los límites marcados. No hay otro camino efectivo –las quitas de deuda tienen más inconvenientes que beneficios–. Y cuanto antes empiecen con el ejercicio de pedagogía, mejor. Es una conversación que es inevitable. Y aunque pueda entender que procrastinar pueda resultar tentador –doblar el brazo a por ejemplo los alemanes no va a resultar tarea fácil– no parece algo que los banqueros centrales se puedan permitir.
La inflación ha vuelto a irrumpir en la escena tras varios años desaparecida. Las consecuencias son muchas y los bancos centrales no deberían ir a remolque de las circunstancias. Pronto sabremos si optan por ir preparando el terreno o por mirar para otra parte.