ABC (Córdoba)

Sánchez apunta y gana

Su ministro más mediático, el que ha sido la cara visible del Gobierno durante la pandemia, ha rescatado a un PSC sin expectativ­as reales

- SALVADOR SOSTRES

Illa ha ganado las elecciones. Esquerra ha ganado por fin su guerra fratricida, y también por fin, Convergènc­ia la ha perdido. Puigdemont ha sido por primera vez derrotado. Esto va sin duda a abrir el juego de la política catalana, pero el alcance de tales cambios va a ser sobre todo local y más bien redundante. Quien verdaderam­ente se ha llevado las elecciones por delante ha sido Pedro Sánchez.

Su ministro más mediático, el que ha sido la cara visible del Gobierno durante la pandemia, el que Iván Redondo ha convertido en su candidato, monitorizá­ndole minuciosam­ente la campaña, ha rescatado a un PSC que estaba estancado y sin expectativ­as reales, y ayer consiguió ser el partido más votado. Para acabarle de endulzar la jornada, el PP se hundió devastado por la calamitosa intervenci­ón de Pablo Casado en la campaña –y pese al buen candidato que ha sido Alejandro Fernández–, y el gran aliado que el presidente del Gobierno tiene para asegurarse su permanenci­a en el poder, que es Vox, entra en el Parlament con 11 diputados.

Sánchez ha ganado a través de su ministro y de su personalís­imo candidato. Se puede lamentar, pero no reconocerl­o sería engañarse. Pablo Casado, con sus renuncias y sus entrevista­s extemporán­eas, ha bombardead­o lo poco que quedaba en pie de su partido, y es posible que no sólo en Cataluña. Isabel Díaz Ayuso tendrá que empezar a pensar que Madrid es una metáfora de España.

Derrota merecida de Cs

Si alguna derrota ha habido plenamente merecida desde la recuperaci­ón de la democracia es la que ha sufrido Ciudadanos, que se presentó en 2017 como voto útil del constituci­onalismo para frenar a los independen­tistas, y traicionó la confianza que sus votantes le otorgaron abandonánd­olos a su suerte. Ayer el partido naranja recibió su merecido. De 36 escaños a 6, y lo que más costó de entender es que aún obtuviera representa­ción parlamenta­ria. En el submundo populista, Vox ganó a Podemos y a la CUP. Esto, a la hora de dar futuras lecciones, también va a ser importante.

Muchos dan por hecho que el gobierno independen­tista prevalecer­á con los mismos factores y el orden alterado. El odio africano que Esquerra y Junts se profesan invita a pensar que puede suceder exactament­e lo contrario, y que ERC prefiera gobernar con los Comunes y el apoyo externo del PSC, tal como Sánchez hace con Esquerra.

Más que la independen­cia, más que el retorno de los fugados sin tener que pasar por la cárcel o en el indulto para los condenados, lo que está en el ánimo de los dos grandes partidos independen­tistas es destruirse entre ellos y arrebatars­e mútuamente el espacio.

Los republican­os no van a desaprovec­har ni un gramo de su victoria histórica y van a intentar escenifica­rla, sobre todo, arrinconan­do y si puede ser asfixiando al que hasta ahora había sido siempre el hermano mayor. Junts no tiene mejores sentimient­os hacia Junqueras y los suyos, e intentará poner condicione­s imposibles a la presidenci­a de Pere Aragonès. No sólo no es descartabl­e, sino que es probable, que tengan que repetirse las elecciones en verano.

Además, Salvador Illa no es Albert Rivera, ni mucho menos Inés Arrimadas, y a diferencia de ellos no va a echar por la borda su muy meritoria victoria. Y aunque no parece ni siquiera una posibilida­d que pueda formar gobierno, va a dar la batalla usando todas las armas que tenga a su alcance. Que no sea un político chispeante no significa que no domine los resortes del poder en Cataluña y que no esté dispuesto a utilizarlo­s. A fin de cuentas, Borràs es una chica que lleva una cadenita de oro en el cuello con su nombre, y Aragonès, un contable ordenado. Illa fue secretario del PSC y para este cargo los socialista­s no nombran a uno que les ayude a ahorrar cadáveres sino al que mejor sabe borrar el rastro. Por ello el que le dé prematuram­ente por muerto puede acabar en el papel de cadáver. Los que le llaman enterrador tendrían que temer el frío golpe de una pala.

Puigdemont

La victoria de ERC es tribal, la victoria de Illa afianza a Sánchez, y la irrupción de Vox destruye a Pablo Casado. A Puigdemont la cosa belga se le empezará a hacer larga: Junqueras le odia y para el Gobierno ha dejado de tener cualquier incentivo ayudarle. Hasta aquí los datos. De fondo, Cataluña tiene un problema consigo misma, la derecha tiene un problema con Pablo Casado y España tiene un problema con Pedro Sánchez.

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