Cómo Chávez hizo de Venezuela un satélite de Cuba
‘La invasión consentida’ revela el proceso por el cual Castro se hizo con el control de un país rico en petróleo
Al poco de asumir la presidencia de Venezuela, en 1999, Hugo Chávez viajó a La Habana para pronunciar un largo discurso que sentó las bases de la profunda relación que se establecería en los años venideros entre su país y Cuba. Entre el público, en una escena infrecuente, estaban los hermanos Castro, Fidel y Raúl, así como varios altos cargos del Gobierno cubano. En un ejercicio de pura diplomacia comunista, todos escucharon al nuevo presidente venezolano con suma atención.
Chávez sentía por Castro una gran admiración y Fidel veía en el impulsor de la revolución bolivariana un heredero, el «mejor amigo de Cuba», y también la oportunidad de someter a sus intereses, cuarenta años después, al país con los mayores recursos petroleros de la región. El primer intento de Castro de acercarse a Venezuela, tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, había fracasado. A la petición de petróleo en condiciones especiales y un préstamo de 300 millones, la respuesta de Rómulo Betancourt fue un rotundo no. Con Chávez cambió todo.
«A Chávez le gustaba hablar de integración y cooperación, pero en la práctica estableció una relación de subordinación a Cuba», explica a ABC el periodista Diego G. Maldonado (un seudónimo). «Y eso es evidente al examinar los miles de acuerdos con la isla, financiados por Venezuela en áreas como salud, deporte, educación, agricultura, educación, informática, electricidad, construcción y otras». Maldonado responde por correo electrónico. Acaba de publicar ‘La invasión consentida’ (Debate, 2021), una detallada investigación que documenta los numerosos negocios que han firmado Cuba y Venezuela desde el año 2000, «todos favorables a la isla», y teme por su seguridad.
«Los periodistas independientes de Venezuela están en la mira del servicio de inteligencia –explica–. No son raras las detenciones por acusaciones fabricadas y juicios, que conducen a represalias como prohibición de salida del país, presentación periódica en tribunales y otras restricciones».
El libro pone cifras a la «invasión consentida»: si en el primer acuerdo, del año 2000, Chávez se comprometió a enviar 53.000 barriles diarios de crudo, en cuatro años la cifra ya había ascendido a 115.000 barriles, lo que permitió a Cuba, un país sometido a racionamientos de comida y luz, exportar petróleo en el mercado internacional. En 2014 la isla ganó 765 millones de dólares por concepto de reventa de crudo venezolano.
«Se trató de un intercambio de petróleo en condiciones favorables por servicios profesionales, es decir, por el trabajo de empleados cubanos sobrevaluados. Chávez llegó a pagar a La Habana más de diez mil dólares mensuales por cada trabajador y el Gobierno de Castro le daba a ese empleado un salario mensual de 300 dólares, quedándose con el resto. Un subsidio oculto, como lo llamó el economista cubano Carmelo MesaLago. Ha habido miles de negocios, en el libro se detallan muchos», explica Maldonado.
Más cifras sobre la entrega de Venezuela a Cuba: el intercambio comercial, que suponía 460 millones de dólares en 2001, cinco años después era de 2.460 millones, y en 2007 superaba los 7.100 millones. Solo en el programa de salud, hasta abril de 2018 los
«Los periodistas independientes están en la mira del servicio de inteligencia. Hay represalias»