Violencia
Caracas, con una tasa de homicidio disparada, es una ciudad fallida
Castro enviaron a Venezuela un «ejército de batas blancas» de casi 140.000 trabajadores, según datos oficiales.
En el ámbito del deporte, en 2014 se cifraba en 6.140 el número de trabajadores cubanos presentes en Venezuela: «Algunos eran profesores de Cultura Física. Otros, simplemente, especialistas en recreación que atendían clubes de abuelo, jugaban futbolito con los niños o daban clases de bailoterapia».
Maldonado apunta que los cubanos que han llegado a Venezuela durante estas dos décadas han disfrutado allí de las mieles del capitalismo y han podido «dar rienda suelta a sueños materialistas imposibles de concretar en la isla». No es raro que desde Puerto Cabello envíen a la isla contenedores con televisores o neveras. ¿Ha hecho esta colaboración que el tejido social venezolano sea más fuerte? «Yo diría que se ha vuelto más frágil, dependiente del Gobierno y sometido a controles para las cosas más cotidianas como obtener una bolsa de comida subsidiada o tramitar un documento de identidad. Hoy en día, los venezolanos tienen menos derechos, más miedo y están menos integrados», responde el autor de ‘La invasión consentida’.
‘Venecuba’
Con este proyecto de ‘Venecuba’, Chávez subsidió a la región en un intento de distanciarse de la dependencia de Estados Unidos. El negocio ha terminado siendo ruinoso para la economía y la democracia del país. Venezuela no solo va camino de convertirse en uno de los países más pobres de América Latina pese a haber recibido miles de millones de dólares de renta petrolera, señala Maldonado, sino que la democracia ha quedado minada por las maniobras para acaparar el poder.
«El objetivo de la revolución bolivariana, como se ha visto, era acabar con la separación de poderes y eliminar la alternancia política, expresada en la popular consigna chavista ‘no volverán’. También, y no menos importante, retomar el rol protagónico de los militares en la vida política y económica del país. El propio Chávez, poco antes de morir, habló de su proyecto como ‘una revolución en marcha’ que no podía detenerse».
Para engrasar el aparato represor