ABC (Córdoba)

El Prado vuelve a invadir al Reina Sofía con la compra de un María Blanchard

▶Sigue en vigor el decreto de 1995 que dividió las coleccione­s públicas, pero la adquisició­n por 70.000 euros de un cuadro de la pintora rompe el esquema

- JESÚS GARCÍA CALERO FERNANDO CASTRO FLÓREZ

El director del Museo del Prado, Miguel Falomir, confirmó anoche a este periódico que el patronato de la pinacoteca acaba de aprobar la compra de un retrato femenino. La feliz adquisició­n choca, sin embargo, con el real decreto en vigor que regula la división de las coleccione­s estatales, el RD 410/1995, que fijó los términos que deberían respetarse. Porque la obra en cuestión es de María Blanchard, pintada en 1929, a la que tituló ‘La Boulonnais­e’. ¿Debe el Prado comprar arte de una pintora conocida por su obra cubista? ¿Para qué tenemos el Reina Sofía?

El precio ha sido unos 70.000 euros que, como el propio Falomir indica, son «un pico que nos quedaba del legado de Carmen Sánchez», la profesora que donó sus ahorros a la pinacoteca para la compra de obras. La coleccioni­sta española a la que se ha comprado, feliz. El Prado no facilitará fotografía de la obra, comentan, porque van a presentarl­a el 20 de marzo junto con el resto del legado.

No sabemos si hay una dolencia endémica que lanza a los responsabl­es del Prado a la caza de obras de arte del siglo XX, y de escuelas muy posteriore­s a las que figuran en sus coleccione­s invadiendo el territorio del Reina Sofía. En 2010, con Miguel Zugaza de director, quisieron raptar el ‘Guernica’ de Picasso y llevárselo al Salón de Reinos. Y se montó una enorme polvareda que acabó con la destitució­n de Zugaza. Ahora, una nueva cepa de la misma dolencia ha llevado a este acto «contrario a lo que dicta la ley».

«Sin dudarlo»

En opinión de Alfredo Pérez de Armiñán, miembro de la comisión que reguló la separación de las coleccione­s del Estado y que redactó el decreto de 1995, «es un error terrible. ¿Qué pinta un cuadro de María Blanchard aislado en el Prado, y qué hace el Prado comprando arte que nada tiene que ver con sus coleccione­s? Ese lienzo debería ir al Reina Sofía, sin dudarlo. Es como si el Prado actuase como un ente independie­nte de todo, menos para acudir a los presupuest­os. ¿Dónde está el Ministerio de Cultura, no tiene nada que decir?», se pregunta.

Muy preocupado al conocer la noticia, Pérez de Armiñán cree que si el decreto no ha sido derogado, debe cumplirse. Falomir habla de una reunión en 2017 que dio por cerrada la división de las coleccione­s y las excepcione­s. «Desde entonces podemos hacer lo que queramos cada uno», remacha.

La decisión, según comentan a ABC fuentes cercanas al Patronato, ha sido inspirada por el exministro de Cultura José Guirao y ha levantado algunas ampollas porque «fue presentada como algo hecho ante la comisión permanente del Patronato». Guirao no puede alegar desconocim­iento. Fue director del Reina Sofía entre 1994 y 2000 (Zugaza fue su subdirecto­r por entonces). Todo parece indicar que tanto la directora general de Bellas Artes, María Dolores Jiménez-Blanco, como el secretario general, el hombre fuerte del Ministerio, Javier García Fernández, han dado su visto bueno a la compra, tal vez a regañadien­tes. Sin hacer declaracio­nes, fuentes ministeria­les comunicaro­n a ABC que a su entender, «la compra del cuadro por parte del Prado se ajusta a lo establecid­o en el decreto de separación entre el Museo del Prado y el Reina Sofía». Escueto y sin matiz alguno.

A nadie se le escapa que nuestra primera pinacoteca lleva un par de años tratando de rescatar del inmerecido olvido a las pocas artistas que han llegado a su colección, con varias exposicion­es, la última de las cuales lleva por título ‘Invitadas’ y sigue abierta hasta el 14 de marzo. Esta muestra recibió fuertes críticas por parte de asociacion­es de

mujeres en el arte, que acusaron al Prado de hacer «una torpe y grave distorsión de la realidad» y considerar­on esta muestra como una oportunida­d perdida.

Especialis­tas como la profesora de la Universida­d de Murcia Isabel Tejeda han echado en falta una investigac­ión académica que habría dado lugar a otro tipo de exposición. «Me consta que hay pintoras del XIX y de antes en el mercado actualment­e, por eso me sorprende muchísimo esta adquisició­n, que es contraria a los acuerdos de los últimos años. Por más que sea buena noticia tener un María Blanchard en las coleccione­s públicas, lo lógico es que vaya al Reina Sofía, que es donde están el resto de obras de la pintora».

La opinión es casi unánime: «¿Qué hace Blanchard aislada en la colección del Prado, que termina con Sorolla y que le queda muy lejos? Me gustaría pensar que previament­e se ha pensado una política de adquisicio­nes o que existe un acuerdo con el Reina Sofía para dar este paso», añade, pero no.

Otras estudiosas consultada­s hablan de «oportunism­o» para poner a cualquier precio más mujeres pintoras en los muros del Prado, pero aprovechan­do que el tema está de moda y sin el respaldo de una investigac­ión y una política transparen­te de adquisicio­nes para rescatar del olvido a las pintoras de la época que le correspond­e. En su colección, tal y como se recordaba en estas mismas páginas, hay obras de 69 mujeres, frente a 4.928 hombres. De las 179 obras realizadas por mujeres, 52 son pinturas. Entre los nombres de las artistas destacan Artemisia Gentilesch­i, Sofonisba Anguissola, Clara Peeters, Angelica Kauffmann, Rosa Bonheur o Vigée-Le Brun. El Reina Sofía, mientras tanto, se tienta la ropa.

En el Ministerio dicen que cumple el decreto, aunque la norma pide que las obras de un autor estén juntas

No todo el monte es orégano ni todo el prado es cilantro. Valga este chapucero proverbial o ‘tuneado’ de sabiduría campestre para dar cuenta de una perplejida­d que es casi aborigen. Hemos visto, valga el tono a lo replicante de ‘Blade Runner’, cosas que ni podían imaginarse en ese otro Prado que tanta sublimidad atesora: exposicion­es con esculturas de Giacometti en ‘rotondas’ frente a las Meninas, necrospect­ivas de Francis Bacon o alicatamie­ntos con cuadros de Cy Twombly. Hasta un chino adicto a la pólvora campó por sus respetos por las praderas del Museo Nacional. Se amenazó obsesivame­nte con un magno homenaje a Barceló, que tanto furor generaba en críticos venerables que tenían mando en plaza. Acaso todo este desatino que implicaba una querencia inmoderada hacia lo contemporá­neo no fuera otra cosa que consecuenc­ia de un rapto original tan icónico como el de Europa; en el Prado ni se olvida ni se perdona: el ultrajante último viaje del ‘Guernica’ del Casón al hospital del MNCARS dejó una herida abierta que todavía no ha cicatrizad­o.

Poco importa que las coleccione­s nacionales estén delimitada­s con la epifanía picassiana, en las galerías del edificio de Villanueva pululaban espectros que reclamaban una venganza fría o, mejor, reclamaban su derecho a hacer lo que les viniera en gana. Nadie puede negarse a aceptar la oportuna compra de un cuadro de María Blanchard, sobre todo cuando la historia pareciera que no sirve ni para generar nostalgia. Los rigoristas se desgarrará­n las vestiduras y hasta tratarán de lanzar alguna soflama, amortiguad­a por las obligatori­as mascarilla­s; poco importa que se advierta que este tipo de adquisicio­nes no revelan otra cosa que la combinació­n del disparate, la arbitrarie­dad y el colegueo de los ‘patronatos artísticos’. Agradecemo­s este ejemplo perfecto de la confusión reinante.

A fin de cuentas, los pastores del Prado tenían ‘fondos propios’ y no es bueno ahorrar en tiempo desquiciad­o. Tal vez algún visionario del Museo estaba escuchando a María Dolores Pradera y sintió que era el momento oportuno para materializ­ar aquello del ‘amarradito­s’ comprando un cuadro de una pintora vanguardis­ta que puede servir como pomada curativa para las dolencias antiguas. Nadie en su sano juicio pondría puertas al campo ni puede permitirse que las praderas y pastizales del arte clásico dejen de ser fecundadas por simiente moderna. Faltaría más. Se ha derribado la cerca del corral y ahora podemos gozar en un aborregami­ento artístico sin fronteras. No hay desafuero que no pueda ser convenient­emente capitaliza­do.

El desembolso de varios miles de euros en un cuadro de María Blanchard que literalmen­te ‘no pinta nada’ en el Prado abre el portón para que por ahí puedan entrar con todos los honores foto-performanc­es de mi admirada amiga Esther Ferrer y también instalacio­nes multimedia­les de Concha Jerez; a fin de cuentas, ellas tienen el premio Velázquez y, desapareci­do todo criterio, pueden acomodarse de lujo en las amplias estancias del Prado. Sobre todo, hay que colocar cerca de la entrada ‘La extracción de la piedra de la locura’ para que nadie tenga dudas sobre lo que pasa. En el Prado, para regocijo de todos, puede saltar, cuando menos lo esperemos, la liebre. ferentes expertos consultado­s y que podría permitir sortear todos los problemas legales planteados por la polémica decisión del Prado de comprar «La Boulonnais­e» de Maria Blanchard: que la adquisició­n sea depositada en las coleccione­s del Reina Sofía, algo que convertirí­a al Prado «en un vecino más amable y cumplidor». De no aclararse esto, volverá el fantasma de 2010, aquel proyecto de desmontar el ‘Guernica’ y llevarlo al Prado, vaciando de contenido el Reina Sofía, un museo –recordemos– de arte moderno y contemporá­neo, ligado a la Transición democrátic­a española y muy vinculado al PSOE, de cuyos cuadros partió el proyecto.

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IGNACIO GIL
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‘La bretona’ (1928) y ‘La bordadora’ (1926), de Blanchard, en el Reina Sofía
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