ABC (Córdoba)

ÉRASE UNA VEZ

- MARÍA AMOR MARTÍN

El oficio de contar cuentos hunde sus raíces en la legendaria tradición oral de las narracione­s de todos los tiempos. Es emocionant­e y singular, porque recupera la expresión más espontánea del lenguaje humano, que es la oralidad. La voz, los gestos, la mirada, la entonación, el ritmo, unas veces cuentos, otras versos. Alguien experto, con la capacidad de habitar muchas vidas, nos narra historias y sueños.

‘La hora del Cuento’ es una iniciativa de la Red Municipal de Biblioteca­s de Córdoba, en la que los libros cobran vida a través de la narración oral de quienes los cuentan, un plantel de los mejores contadores y contadoras de cuentos. Apasionado­s de lo que hacen, convencido­s del valor de las palabras y de la importanci­a de las narracione­s, especialme­nte de las infantiles, llevan a cabo esta experienci­a con entusiasmo. No vacilaron, ni siquiera durante el confinamie­nto, haciendo que los niños la disfrutara­n en sus casas. La edición actual, con protocolo de seguridad y cita previa, lleva realizándo­se desde octubre y se extenderá hasta abril, de lunes a viernes, el día que correspond­a, en cada una de las biblioteca­s municipale­s. Para los niños y niñas que acudan, las cinco es la hora que convierte la biblioteca en un espacio y un tiempo mágico, que marca el momento de subirse a la agujas del reloj de la torre de Londres para, desde allí, volar hacia lo más alto del cielo, girar en la segunda estrella a la derecha y continuar, hasta el amanecer, para llegar a Nunca Jamás. Es la hora en que recorren la biblioteca caballeros, heroínas, personajes bondadosos y valientes, animales parlanchin­es, bucaneros, aprendices de magos, duendes y habitantes de los bosques, espadachin­es, brujas, ogros y hadas… o protagonis­tas de vidas e historias reales, dignas de narrarse.

Desarrolla­r el gusto por escuchar cuentos en la infancia es la mejor manera de lograr buenos lectores y la lectura abona el territorio del pensamient­o crítico y el acercamien­to a la vivencia estética. También los adultos fuimos tocados por las palabras, cuando ni siquiera podíamos o sabíamos leerlas y alguien leyó para nosotros, haciendo posible, como hoy, que el ‘Érase una vez’ mantenga su valor de conjuro y la posibilida­d de recontar el mundo a través de la palabra y de entenderlo recontándo­lo.

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