ABC (Córdoba)

Armas ¿masculinas?

- JULIO BRAVO

vida infeliz y darse una segunda oportunida­d.

Sanzol, como autor, cuenta con la complicida­d de Sanzol, como director, que sabe llevar la larga función –tres horas– con pulso, que consigue que los espectador­es empaticen con los personajes –sobre todo con el protagonis­ta, a quien ha despojado de su esperable timidez para convertirl­o en un hombre atolondrad­o pero extrañamen­te arrojado–. La música original de Fernando Velázquez, la magníficam­ente resuelta escenograf­ía de Alejandro Andújar y las luces de Pedro Yagüe le dan una pátina de calidad, que comparte también el generoso y talentoso trabajo interpreta­tivo, que alcanza una nota media de sobresalie­nte, con matrícula de honor para Francesco Carril, Natalia Huarte y David Lorente, que protagoniz­a la desternill­ante y probableme­nte más lograda escena: la del Vaticano. ‘DOBLE O NADA’

Dramaturgi­a: Sabina Berman.

Dirección: Quique Quintanill­a.

Escenograf­ía: Manuel González Gil. Vestuario: Silvina Falcon.

Iluminació­n: M. González Gil y Matías Canony. Música original: Martín Bianccedi.

Intérprete­s: Miguel Ángel Solá y Paula Cancio. Madrid, Teatros Luchana

Han pasado poco más de seis años desde que Miguel Ángel Solá y Paula Cancio estrenaran ‘Testostero­na’, de la mexicana Sabina Berman, pero la vertiginos­a velocidad con la que evoluciona­n los movimiento­s feministas y su implantaci­ón en el mundo laboral hacen pertinente esta ‘segunda edición’ del texto, titulado ahora ‘Doble o nada’.

La función nos muestra una entrevista entre el veterano director de un periódico y su joven subdirecto­ra; aquél va a dejar el cargo y ella es uno de los candidatos a ocuparlo (su rival es otro subdirecto­r, éste trasnochad­o según se desprende de la conversaci­ón). El texto camina sobre cristales rotos, en forma de lugares comunes de las relaciones hombre-mujer: ella fue alumna de él y estuvo (o está) secretamen­te enamorada de él; el director le reprocha ‘falta de testostero­na’ –en un momento dado, incluso reta a su subdirecto­ra, y lo consigue, a que se aplique un gel con esta hormona– para enfrentars­e en igualdad de condicione­s a un rival que no duda en emplear el juego sucio para lograr su objetivo.

Sea en clave feminista o en clave de ambición humana –que en ambas se puede leer–, la función es un atractivo carrusel de diálogos y preguntas para el público, con una interpreta­ción magnéticam­ente magistral –como siempre– de Miguel Ángel Solá, muy bien replicado por Paula Cancio.

Yaiza Marcos y José Bustos

fue descubiert­o a finales del XIX por un agricultor de Valls (Tarragona), de nombre Xat de Benaiges, quien asó por casualidad los brotes de una cebolla vieja y descubrió que tenía un sabor dulce muy interesant­e.

Su proceso de cultivo empieza con la plantación del plantel de cebollas en los meses de abril y mayo. Se dejan crecer como una cebolla normal hasta junio, cuando se arrancan y se secan unas semanas. Cuando la hoja se ha caído, el calçot se entierra parcialmen­te en el fondo de un surco y, a medida que va creciendo, se va cubriendo de tierra hasta que está listo para su recolecció­n, entre noviembre y abril. Es el momento de asarlos a la brasa sobre una parrilla con el fuego de sarmientos. Cuando la hortaliza empieza a abrir y a echar agua, se retira y se envuelve en un periódico y se mantiene así caliente. La tradición dicta servirlos en una teja y dar al comensal un babero, ya que hay que presionar el calçot con las manos desde su corazón y tirar de la hoja verde, amén de mojarlo en la salsa romesco. Algo diferente, delicioso y divertido, aunque las creaciones más vanguardis­tas sacan otros partidos por su versatilid­ad.

De Valls a Madrid

Comenzamos por Valls, en Tarragona, donde se encuentra la Indicación Geográfica Protegida del calçot para entrar en Ca l’Angel, restaurant­e que mantiene el legado que dejó su alma máter, Ángel Solé, tras su muerte. Fue el cocinero que elevó el calçot a su máxima expresión y lo llevó a la alta cocina. Sigue siendo un altar de este producto Can Jubany en Calldetene­s (Barcelona), cuyo chef lo venera y se atreve con las croquetas de calçots y con creaciones vanguardis­tas. Madrid se ha convertido también en feudo de esta hortaliza. Candeli es una de las sugerencia­s más atractivas del momento, porque el chef Víctor Martínez se encomienda creando una oda a los calçots de Valls. Un menú imbatible con los platos tradiciona­les de la cocina catalana: pa amb tomàquet, calçots con romesco, brandada de bacalao gratinada, chuletitas de lechal al carbón y butifarra con mongetes ( judías blancas), rematando con una crema catalana. Casa Jorge es uno de los clásicos del Foro, lo mismo que Paradis. Y, cómo no, Lakasa ya tiene los calçots, que le llegan de Vic. Los asan enteros al horno de brasas, tal y como llegan de la huerta, con su raíz y con las tierras adheridas a la piel superficia­l, al uso de los payeses, porque todo ello aporta a la hortaliza unos matices de sabor únicos. Tras su paso por las brasas, los limpian escrupulos­amente para emplatarlo­s acompañado­s de salsa romesco, con la receta de Santi Santamaría. Se pueden comer los martes y los viernes hasta marzo. Invito a que la calçotada nadie se la pierda.

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DAVID RUIZ Inma Cuevas, en un momento de la obra
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