Un lugar salvaje
ólo las agujas colinegras han podido conocer el escondite de los forajidos de la marisma del Guadalquivir durante los últimos dos siglos. El laberinto de canales, brazos del río, veredas, tablas de arroz, cañaverales que ejercen de murallas defensivas, antiguas casas de apero en ruinas y meandros hacen de este lugar conocido desde la antigüedad como la Argónida un paraje idóneo para los fugitivos. A veces el humo de una escopeta, a veces el rastro de una lancha, a veces el extraño trasiego de una presunta choza de mala muerte comida por los mosquitos, que pueden alcanzar el tamaño de un helicóptero, permite a los pájaros descubrir el crimen. La Guardia Civil lleva décadas buscando prófugos en el caos del estuario que va de Sevilla a Sanlúcar de Barrameda, refugio de toda clase de fugados de la Justicia desde el siglo XIX. Este humedal es una trampa sin salida en la que bandoleros, contrabandistas de tabaco, asesinos a sueldo, republicanos durante la dictadura y narcotraficantes han sabido escabullirse como dédalos de la persecución del minotauro policial.
Sólo los lugareños saben moverse por estos poblados en ruinas sin caer al agua y sólo las aves pueden controlar la guarida exacta en la que han podido eludir la Justicia fugitivos históricos como el bandolero Ramón Fernández, el quincallero mayor de España, el Lute, o el mítico narco el Gordo, cabecilla de una de las redes de tráfico de hachís más importantes de Europa. «Este terreno es muy favorable para ellos por sus características, que no se dan en casi ningún otro sitio de Europa. Hay cientos de caminos y brazos del
Escala 0 Km 6
Elaboración propia