El efecto frontera del tren limita el dinamismo económico de media España
▶ Bruselas fomenta usar el ferrocarril para una mayor convergencia entre regiones
Imagen de la estación de AVE de Alicante
Sobre el mapa autonómico de la Península hay superpuesta otra escala con sus particulares fronteras territoriales: los cambios de vía que definen dónde acaba el ferrocarril de la alta velocidad, casi sin retrasos, con conexiones puntuales; y donde comienza el traqueteo de muchos convoyes que tardan en recorrer unos pocos kilómetros el mismo tiempo que lo que las extensas líneas electrificadas logran superar en muy poco tiempo.
La expansión de las líneas de alta capacidad (no todas son AVE, pero sí ofrecen grandes prestaciones en ese sentido) ha permitido configurar otro mapa geográfico, el que limita la capacidad de movimientos de media España. No se trata solo de impulsar el turismo, después de un año de restricciones. Sino fundamentalmente de potenciar la propia movilidad laboral y también de impulsar el transporte de mercancías, tan escasamente poblado en las vías férreas españolas, en comparación con lo que ocurre en algunos países europeos.
El desarrollo de la alta velocidad ha permitido conexiones inimaginables hace unos pocos años de apenas una hora y media entre Valencia y Madrid; dos horas y media entre la capital y Barcelona; menos de una hora entre Málaga-Córdoba-Sevilla, tres de las grandes ciudades andaluzas; ese mismo tiempo entre buena parte de Castilla y León; o entre las urbes gallegas.
Sin embargo, una vez superados esos límites, el resto de ciudades siguen con el mismo sistema ferroviario de toda la vida, a pesar de que los trenes utilizados se han ido renovando. No así muchas líneas, cuyos trazados siguen siendo tan cerrados que obligan a reducir la velocidad de forma drástica, ampliando los tiempos para llegar a destino.
Para lograr una mayor convergencia entre todos los territorios españoles y, a la vez, con el resto de Europa, el Parlamento Europeo aprobó el pasado 15 de diciembre una propuesta para 2050 a través del Pacto Verde Europeo.
Se trata de promover el uso del tren tanto entre ciudadanos como entre empresas. El transporte representa el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el ferrocarril es responsable de tan solo el 0,4% de esas emisiones, al menos en el conjunto de la Unión Europea. ¿A qué se debe esta sostenibilidad? A que buena parte de la red se encuentra electrificada, sobre todo en Europa. No así en España, donde hay extensos tramos en los que los trenes se mueven gracias al gasóleo y no a la luz. Además, el ferrocarril es el único medio que ha reducido sus emisiones desde 1990, lo que justifica su papel fundamental en el turismo sostenible.
Mayor cohesión
Para tomar esa decisión, el Parlamento Europeo ha tenido en cuenta que las redes ferroviarias conectan las áreas remotas y rurales, y aseguran la cohesión interna y transfronteriza de las regiones europeas. Aun así, solo el 7% de los pasajeros y el 11% de las mercancías viajan por ferrocarril. Las infraestructuras y modelos de negocio obsoletos, así como los altos costes de mantenimiento son algunos de los obstáculos que hay que superar para construir un espacio ferroviario europeo unificado.
El 75% de las mercancías movidas por tierra se transportan por carretera. La UE trabaja para que una parte importante se trasladase al ferrocarril y las vías fluviales interiores para ayudar a reducir las emisiones en este sector. Para lograrlo, se necesitan inversiones sustanciales y la implementación de la Red Transeuropea de Transporte (RTE-T).
EL QUINTO EN DISCORDIA
La fuerte subida de la curva de tipos ha provocado algo de marejada en los mercados. Llevamos tiempo diciendo que la reapertura económica traería inflación y que esto se trasladaría a los tipos y, cuando pasa, el mercado se revuelve. Los tipos suben por buenas razones. La recuperación económica está a las puertas y no tiene mucho sentido que la curva continúe en estado de alarma. Y no hay que darle muchas más vueltas o tratar de complicar el cuento. Es el patrón habitual de los primeros compases recuperación y lo que está recuperando el terreno perdido es la curva de tipos.
Los tres aspectos que pueden preocupar o, mejor dicho, a los que hay que estar atentos son los siguientes: reacción de los bancos centrales, hasta donde llega la inflación –y qué hay detrás de esas subidas– y cuáles son las consecuencias de que cambie la tasa de descuento.
Los bancos centrales tienen poco margen. No les queda otra que en este primer envite ser complacientes con la inflación. Como siempre la Reserva Federal va por delante y la semana pasada anunció que pese a los repuntes de los tipos no va a intervenir más de lo que ya lo está haciendo. Hay que poner las cosas en perspectiva. Los tipos pueden haber subido fuerte en las últimas semanas pero continúan estando extraordinariamente bajos se mire como se mire.
La inflación subirá algo pero no hay tampoco nada como para preocuparse. Inflaciones algo por encima del 2% no son como para escribir a casa. Rompen con la racha de los últimos años y lejos de ser una preocupación hay que entenderlo como cierta vuelta a la normalidad.
Por lo que solo nos queda la tasa de descuento para explicar la reacción de los mercados en los últimos días. A medida que sube el tipo de interés que se le exige al activo libre de riesgo –en euros, por ejemplo, el bono a diez años alemán–, se incrementa por así decirlo el denominador al que se descuentan los flujos de caja –dividendos, cupones,...– de los distintos activos y por lo tanto su valoración se ve afectada. Como estamos viendo estos días estos movimientos están incidiendo más a aquellos activos con valoraciones más extremas y, por así decirlo, preferidos del mercado. El ejemplo más claro son algunas compañías tecnológicas que en pocos días han sufrido fuertes caídas. En el otro extremo están las que han estado olvidadas los últimos tiempos y muchas de ellas las tenemos bien cerca. Y lo mejor es que no hay razón para que no siga. Suben los tipos, suben las materias primas y sube la Bolsa española.
Nadia Calviño