ABC (Córdoba)

Un Valencia para llorar

▶ El equipo de Mestalla se acerca al descenso arrastrado por sus problemas deportivos e institucio­nales

- La lesión de Pedri enfría la euforia del Barcelona SERGI FONT JORGE ABIZANDA

Pedri, lesionado en Sevilla

Ronald Koeman pierde a Pedri para el partido del miércoles, en el que el Barcelona está obligado a remontar ante el Sevilla un 2-0 para clasificar­se para la final de la Copa del Rey. El canario se lesionó el pasado sábado en el Sánchez Pizjuán durante la segunda parte al realizar un salto. Notó un pinchazo y enseguida pidió el cambio. Las previsione­s no eran nada halagüeñas al constatar la cara de dolor del centrocamp­ista, que cojeaba ostensible­mente y tuvo que ayudarse de unas muletas durante el viaje de regreso a la Ciudad Condal. Las pruebas médicas a las que se sometió ayer por la mañana confirmaro­n un «estiramien­to muscular en el sóleo de su pierna izquierda».

En el comunicado, el club azulgrana no precisó el tiempo de baja, pero es seria duda para el encuentro de la vuelta de los octavos de final de la Champions, que se disputa dentro de diez días ante el PSG en el Parque de los Príncipes. Es el objetivo que se han marcado los servicios médicos, aunque el cuerpo técnico no es partidario de arriesgar para evitar una recaída que pudiera agravar la lesión. Este contratiem­po pone en peligro también la hipotética participac­ión de Pedri con la selección española en los compromiso­s ante Grecia, Georgia y Kosovo a finales de marzo, ya que por sus actuacione­s tenía muchos números de que Luis Enrique pudiera incluirlo en la lista de la absoluta por vez primera en su carrera deportiva.

Ronald Araujo también se sometió a pruebas médicas tras el pinchazo que notó en su tobillo, lo que provocó su sustitució­n. El central azulgrana está bien y podrá jugar el miércoles sin problemas al haber superado satisfacto­riamente su esguince.

La derrota ante el Getafe, que venía de cinco jornadas de apagón goleador, ha disparado la sensación de equipo débil y a la deriva que lleva acompañand­o al Valencia en los últimos tiempos. Con un presidente dirigiendo el tablero a miles de kilómetros; una dirección deportiva sin ninguna capacidad de decisión; un técnico que parece más preocupado por salir a la carrera del banquillo que por resucitar al vestuario; y sin la bocanada extra de aliento que supondría poder contar con el ánimo de su afición, los jugadores no consiguen enderezar el mareante rumbo que sigue la nave de Mestalla, un conjunto que vuelve a acariciar peligrosam­ente la zona de descenso a Segunda división. Preguntado en las cámaras de Movistar por la amenaza real de la pérdida de categoría, las lágrimas de Gabriel Paulista que acompañaro­n la respuesta testifican la tensión que atenaza a la plantilla. Un Valencia para llorar.

Queda mucha Liga, disfruta de un pequeño colchón sobre los rivales que mira por el retrovisor (Cádiz, Alavés, Eibar, Valladolid, Elche y Huesca) y aún no hay motivos para encender las luces de alarma, pero el Valencia tampoco es capaz de apagar la bombilla de la inquietud que ilumina a su afición. Intranquil­idad que va en aumento en una parroquia que recuerda con horror la temporada 1986-87, la última en la que Mestalla vio fútbol de Segunda . «Somos el Valencia y hay que luchar por este escudo, que merece mucho más que esto. Tenemos que hacer más de lo que estamos haciendo por un club tan grande como el Valencia. Tenemos que sacarlo adelante. Quedan muchos partidos y vamos a mejorar para llevar al equipo donde se merece», afirmó un emocionado Gabriel Paulista cuando se le preguntó por el descenso. El llanto del capitán fue el de un vestuario al que la pizarra de Javi Gracia no consigue revitaliza­r. El Valencia es un valle de lágrimas. El cuarto equipo en la clasificac­ión histórica de la Liga deambula en la zona baja con Peter Lim, su propietari­o, más preocupado en Singapur por sus negocios que por el devenir del club y sin que los que mandan en Mestalla sepan cómo darle la vuelta a la tortilla. Los puntos cosechados como local mantienen a un conjunto que se desangra a domicilio y en alguna cita, como la de Valdebebas, transmitie­ndo además una imagen de indolencia. En

Getafe, al menos tuvo la excusa de tener que jugar con diez prácticame­nte todo el segundo tiempo por la roja Diakhaby. «Nos ha dado cierta vida ganar en casa, pero desde luego reconocer que no estamos bien y hay que trabajar mucho para afrontar lo que nos queda de temporada con el ánimo y la fuerza para competir mejor que hoy», reconoció Gracia, un técnico que apenas cuenta con los refuerzos llegados en invierno: Cutrone, Ferro y Christian Oliva. Otro síntoma de la falta de sintonía que reina en el actual Valencia.

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ABC Gabriel Paulista, secándose las lágrimas tras la derrota ante el Getafe
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