«No podemos contagiarnos del miedo, ya bastante tenemos con el Covid», afirma un docente
José Manuel está tranquilo. Es licenciado en Historia y lleva tres años enseñando Geografía a alumnos de Secundaria en un instituto de la zona este de la capital que prefiere no citar. «Cuando salieron las primeras noticias de los efectos secundarios de la vacuna todo el claustro se pudo nervioso, yo el primero. En estas cosas el fácil que el pánico se extienda rápido. A mí no dejaron de llamarme familiares y amigos preguntándome si ya me la había puesto. Cuando les contestaba que no respiraban aliviados. Ahora están ya preocupados», comenta el docente.
«No podemos contagiarnos del miedo. Ya bastante tenemos con el coronavirus. Tranquilos, compañeros», tercia otro profesor, éste de Matemáticas. Es la cabeza fría de un hombre de ciencias. Exactas en concreto.
En un momento dado es necesario que tercie un trabajador del Servicio Andaluz de Salud (SAS) integrado en el dispositivo de gestión de reactivación del proceso de vacunación. «A ver, a ver. Por favor. Somos adultos. Gente seria. Si las autoridades han decidido que esta vacuna concretamente se puede poner sin problema es porque, eso, no hay problema. Así que vamos a comportarnos como gente con cabeza», sonríe un enfermero del dispositivo.
María Jesús Hernández ha ido a acompañar a su novio, el portero de un colegio público del centro de la ciudad. «Hemos vivido momentos complicados. Una parte del plantel de profesores sí que se vacunó al principio, antes de que todo el mundo perdiera los nervios con el caso de la compañera de Málaga que falleció por un ictus, pero cuando dieron la noticia de que eso no tenía nada que ver con la vacuna la cosa cambió. He tenido que aguantar bromas pesadas cuando en mi colegio se corrió que hoy [por ayer] me iban a poner la dosis. Que si iban a entrar mejor por la puerta de atrás, que si no había pensado mejor que pagarme una vacuna de Pfizer, como si eso se pudiera pagar... La gente...», se extendía este profesional auxiliar de la enseñanza.
El ánimo con el que acudió ayer la mayoría de los convocados a la jornada de protección con AstraZeneca era, con todo, positivo. «Hombre, todo en la vida tiene un riesgo. Pero yo soy una persona confiada, de buena voluntad. Quiero pensar que todo va a salir bien. Eso fue lo que nos dijeron hace un año, ¿no? Pues eso», reflexiona Andrés Galán, el padre de dos docentes de menos de treinta años, ambos citados para ponerse la primera dosis. «Uno de mis hijos, el que ahora está dentro de la consulta, me ha dicho que esta noche no ha dormido, y el otro que no se tenía en pie desde que se levantó por el miedo a que le pase algo. La juventud de hoy, que es muy aprensiva...», concluye el hombre.