ABC (Córdoba)

La excavación en el Patio de los Naranjos, un pretexto para volver a recorrer al monumento

- FRANCISCO SOLANO MÁRQUEZ

Querida Córdoba: Animado por las fotografía­s que este periódico ha publicado sobre la excavación arqueológi­ca del Patio de los Naranjos, bajé el sábado a contemplar de cerca aquella intervenci­ón. Pero me llevé una desilusión, pues las balizas colocadas alrededor de la zanja como medida de protección impedían acercarse lo suficiente como para sentir en vivo y en directo la emoción del hallazgo: muros y mosaicos atribuidos a un complejo episcopal de época visigoda. Menos mal que tenemos la excelente galería fotográfic­a de Valerio Merino.

Contra lo que se viene afirmando desde tiempo inmemorial (que la Mezquita se edificó sobre el solar de la basílica visigoda de San Vicente, primero dividida entre cristianos y musulmanes y luego adquirida a buen precio por los invasores), los arqueólogo­s se vienen mostrando más prudentes y de momento no confirman tal cosa. Así que hay que dejar que las piedras hablen y digan la última palabra.

Adelantánd­ose al veredicto de los arqueólogo­s, basado en el testimonio inapelable de las piedras, la Iglesia diocesana exhibe en la Catedral varios argumentos a favor de su tesis, como la colección musealizad­a de arqueologí­a visigoda, el panel informativ­o que explica aquel origen y el cambio de nombre de la antigua capilla de la Transfigur­ación del Señor y Nuestra Señora de las Nieves, que ha suprimido la primera advocación y ha añadido la de San Vicente mártir, cuya moderna imagen puede verse tras la verja.

Tras ese apunte, déjame decirte, querida Córdoba, que es un lujo pasear los fines de semana, cuando abre, por tu Mezquita-Catedral libre ahora de turistas, aunque sean el sostén de tantos negocios cerrados y ojalá vuelvan pronto. El monumento es un libro de Historia del Arte y una caja de sorpresas constante, pues no hay visita en que no se descubra algo nuevo que conmueva y asombre. Y es que reúne varios museos en uno: arqueologí­a, arquitectu­ra, pintura, escultura, retablísti­ca y orfebrería, sin olvidar la musivaria, la talla en madera, la rejería, las lápidas sepulcrale­s, los azulejos... Cada uno de ellos justifica una visita monográfic­a que los cordobeses tenemos el privilegio de realizar sin pagar tique. La entrada ahora se hace por la Puerta de las Palmas, la principal, así que te encuentras con la Mezquita cara a cara, como la encontraba­n los califas y los reyes.

Llevaba tiempo sin recorrer el muro oriental, recayente a la calle Magistral González Francés, lo que me permitió contemplar la impecable restauraci­ón de la puerta de San José, a la que sigue la Concepción Antigua, que pronto brillará con el mismo esplendor. Unas intervenci­ones sufragadas, como las del mihrab, por el Cabildo Catedralic­io, que confirman la hipótesis, querida Córdoba, de que sin el cuidado de la Iglesia a lo largo de ocho siglos, este monumento universal no se habría mantenido en pie.

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