ABC (Córdoba)

El director de ‘The Philadelph­ia Inquirer’ tuvo que dimitir por una columna que pedía que no se vandalice esculturas

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las vidas de los periodista­s de raza negra. Según dijo Bennet en un artículo en el que tuvo que dar explicacio­nes, el senador y otros «defienden el uso del Ejército, y el público tendría más recursos para rebatirles si saben cuáles son sus argumentos, para poder responder con sus propio razonamien­to». Esas explicacio­nes no sirvieron de nada. Se marchó, como los otros.

Pero la tormenta no acabó ahí. Unos días después, en julio, dimitió una periodista de la sección de opinión del mismo diario, Bari Weiss, que antes había trabajado en ‘The Wall Street Journal’ y que se definía como «centrista y liberal». Las opiniones de Weiss iban por lo general en contra de la ortodoxia de la izquierda estadounid­ense, la que al fin y al cabo lee el ‘New York Times’. Cuando era criticada en redes, a veces con amenazas y calumnias de alto calibre, en su redacción Weiss solo halló un sepulcral silencio, y eso en el mejor de los casos. Se fue con una larga carta en la que dejó escrita una famosa frase: «Twitter no está en la cabecera de ‘The New York Times’. Pero Twitter se ha convertido en su más poderoso editor».

Según Weiss, el diario de referencia es «cada vez más, referencia de quienes viven en una galaxia muy lejana, cuyas preocupaci­ones están profundame­nte alejadas de la vida de la mayoría de las personas. Es una galaxia en la que, por elegir sólo algunos ejemplos recientes, el programa espacial soviético es alabado por su ‘diversidad’; se aprueba el acoso en internet de adolescent­es en nombre de la justicia, y los peores sistemas de discrimina­ción en la historia de la humanidad incluyen a los EE.UU. junto con la Alemania nazi».

El caso de los adolescent­es es, probableme­nte, una referencia a Nicholas Sandmann, un menor de edad acosado en redes en 2019 después de que se viralizara un vídeo suyo en el que aparecía plantado con una mueca y en silencio ante un miembro de una tribu nativa americana que protestaba ante el monumento a Lincoln en Washington. Sandmann, que llevaba una gorra de apoyo a Trump, siempre mantuvo que no se burló y por eso presentó varias demandas contra los principale­s medios de EE.UU., incluido el ‘New York Times’, por difamación. En la mayoría de casos, ha sido indemnizad­o sin ni siquiera ir a juicio.

Días antes, el director del diario ‘The Philadelph­ia Inquirer’, Stan Wischnowsk­i, había dimitido por la publicació­n de una columna de opinión de la crítica de arquitectu­ra Inga Saffron, que se titulaba ‘Los edificios también importan’, un juego de palabras con el lema de la protesta racial, «Las vidas negras importan». En los disturbios que surgieron ocasionalm­ente se vandalizar­on algunos edificios y estatuas, y eso llevó a Saffron a pedir que se preservara­n construcci­ones de especial valor histórico y artístico. Como Saffron no era más que una colaborado­ra, parte de la redacción de ‘The Philadelph­ia Inquirer’ pidió el relevo del director, que logró en bandeja.

Aquello fue en los primeros días de la protesta, y la intensidad de la campaña no decrece. Ahora, tras el despido de Alexi McCammond en ‘Teen Vogue’, han aparecido en redes sociales mensajes de tono racista de una de las empleadas de la revista. Se trata de Christine Davitt, que trabaja en el equipo de redes y en 2009 empleó unas cuantas palabras insultante­s para referirse a una persona de raza negra. Se da además la circunstan­cia de que Davitt fue una de las periodista­s que con más insistenci­a pidieron el despido de McCammond, acusándola de racismo. Aun no ha dado explicacio­nes sobre sus mensajes en Twitter.

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