ABC (Córdoba)

‘La Guardia’, entre Monty Python y ‘Blade Runner’

- LUCÍA M. CABANELAS POR OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE MUY BUENA INTERESANT­E BUENA REGULAR MALA

No es el universo al revés, pero casi. En ‘La Guardia’, la serie que hoy estrena Movistar+, el mundo es plano, los policías proscritos y los criminales son como funcionari­os, con licencia para sus fechorías. La ficción, inspirada en el universo de Terry Pratchett y desarrolla­da por Simon Allen para BBC América, es un cóctel molotov de géneros, como si los esperpénti­cos habituales de la Cantina de Mos Eisley de ‘Star Wars’ se pasaran de vez en cuando por la Tierra Media. Ciencia ficción, caos y una distopía perdida en el espacio. «Es una mezcla entre ‘Los héroes del tiempo’ de Terry Gilliam y la ‘Blade Runner’ original de Ridley Scott. Tiene un tono punk gótico pero también medieval. Es rara, transversa­l», cuenta Richard Dormer en una entrevista con ABC. Su Sam Vimes, «una mezcla entre Humphrey Bogart, Harrison Ford y Lee Marvin» pero también de Jack Sparrow, tiene tanto corazón como afición al alcohol y siempre va desaliñado. «Es un héroe poco probable».

‘Lidera’, más por rutina que por convicción, esa Guardia que ha perdido su razón de ser en una ciudad sin reglas donde las fuerzas del orden poco tienen que hacer. «Mi Sam Vimes adopta a todos los personajes rotos que, en el fondo, son héroes. Todos han sufrido. Él les une y les hace darse cuenta de su verdadera fuerza», explica el protagonis­ta de la serie que, cada semana, estrena un nuevo capítulo.

En ese extraño grupo conviven una mujer lobo, un enano de dos metros, un gigante a medio camino entre La Cosa de los Cuatro Fantástico­s y Groot de ‘Guardianes de la galaxia’ y La Muerte, cansada de que la tachen siempre de mala por hacer su trabajo. En esas anda la Parca cuando se topa con el Vimes de Dormer, que, como su Beric Dondarrion en ‘Juego de tronos’, parece tener más vidas que un gato. Entre tanto caos, aparece el villano, un viejo amigo cuyo plan, y poderes, proceden de un libro. Como los de la serie. ‘La Guardia’ es gamberra, pura fantasía y también una parodia. «Es de las cosas más originales con las que me he topado», asegura el actor, a quien no le costó nada encontrar el tono de la ficción, curtido con el grupo cómico más popular de Gran Bretaña. «Crecí con los Monty Python y tengo un sentido del humor bastante loco, así que simplement­e hice clic».

España. 1991. Drama romántico. 103 m. Director: Vicente Aranda. Con Jorge Sanz, Victoria Abril, Maribel Verdú.

22.00 La 2

unque resulta tentadora y, desde luego, más agradecida la posibilida­d de hacer una columnita con jijis y jajas sobre alguna de las innumerabl­es ficcioncil­las de las television­es, o glosar cómo Jorge Javier Vázquez, el Tennessee Williams de Telecinco, enmienda la plana a la justicia y pide jueces especiales y urgentes para Rociito (una ‘jurisdicci­ón Tomate’), se hace obligatori­o consignar en la sección lo sucedido ayer en TVE.

Tener que dedicar tiempo a esto es una parte ingrata del trabajo. Todo sea por ABC y sus lectores.

Entrevista­do, o algo así, por Jesús Cintora, Pablo Iglesias añadió a su atroz monólogo habitual (en el que no suele haber tiempo para las residencia­s de ancianos), dos o tres cosas graves, aún más graves por haber sido dichas en TVE y no haber recibido suficiente contestaci­ón o contestaci­ón alguna.

El ‘milhomes’ y propietari­o bolivarian­o dijo que Vox provocó la violencia en Vallecas, y felicitó a los que allí acudieron, especialme­nte a los

Es un insulto a millones de contribuye­ntes, palabra desprovist­a ya de toda dignidad

Triángulo isósceles y lleno de negrura en la España de los cincuenta, con un hombre joven en el vértice de una mujer extrema que tira de la manga de sus deseos y de otra –a su otro extremo– que tira de la manga de una vida cómoda, prevista. La historia es demencial y tórrida, rica en escenas de alto contenido pasional y sexual, con enorme intriga, crudeza y sordidez. Pasa por ser la mejor película de Vicente Aranda, pasional y embarrada hasta más allá de la razón, con un trío protagonis­ta que tocó la cima y volvió, y con uno de esos finales de nieve y sangre absolutame­nte catedralic­ios. ‘bukaneros’. Añadió que Vox hace «apología del terrorismo», lo que cruza una línea, igual que la cruza limpiar las calles cuando el adversario ha dado un mitin en ellas. Igual que cruza una línea pasear el retrato de Stalin por Madrid. Se cruzan pero no suena el bip, bip de alarma.

La acusación es especialme­nte miserable tratándose del partido de Ortega Lara, aunque tiene varias trayectori­as además de la vileza. Una, claro, es rascar votos entre lo más profundo del resentimie­nto social, pues todo es poco ante las elecciones de Madrid. Incluso el mundo liberalio ha dejado de hablar de populismos (Vox=Podemos) para, ¡ahora sí! hacerlo de comunismo («Comunismo o libertad»).

Pero además, al relacionar con el terrorismo a Vox, Iglesias está asociando a ese partido con la violencia y ya sabemos cuál es la ecuación Antifa: violencia para el ‘fascista’, violencia para el violento. Que esto se haga por un partido en el gobierno y desde la televisión pública resulta ligerament­e amenazante, además de ser un insulto muy serio a millones de votantes y contribuye­ntes, palabra, por cierto, desprovist­a ya de toda dignidad.

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Richard Dormer
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