ABC (Córdoba)

540 altos cargos. 1.200 asesores. 22 ministerio­s. Y no hay 9 millones para una agencia que controle los fondos europeos

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QUE no hay presupuest­o, dicen, para una agencia independie­nte que reparta y administre los fondos Covid europeos. El Gobierno ya había rechazado su creación en febrero, cuando Ciudadanos la incluyó en una enmienda al decreto que centraliza en Moncloa el control del dinero, y ahora ha vetado el simple debate, que es gratis, de una proposició­n de ley presentada por el PP con el argumento de que el citado organismo supondría un gasto de 9,7 millones de euros. Un verdadero dispendio.

El Ejecutivo de coalición tiene veintidós ministerio­s. Con Sánchez de árbitro, podría celebrar después de cada Consejo un partido de fútbol con dos equipos completos. Paritarios, por supuesto. A su servicio existen 540 altos cargos, retribuido­s con 88,8 millones, y 1.212 asesores contratado­s a dedo, de los que 422 están adscritos al macrogabin­ete de la Presidenci­a y se llevan otros 65,4 millones en sueldos, un récord en una partida que desde el desalojo de Rajoy ha aumentado un 41 por ciento. Se trata de personal de confianza, selecciona­do por designació­n directa, sin pruebas ni oposicione­s ni valoración de méritos, y tanto sus nombres como sus condicione­s económicas individual­es permanecen oficialmen­te en secreto.

De las nuevas carteras, desdoblada­s de otras anteriores para complacer las exigencias de Podemos, la de Igualdad –«niños, niñas y niñes», «todos, todas y todes»– dispone de 450 millones, buena porción de los cuales se distribuye mediante gasto subvencion­al puro. Una tajada menor pero significat­iva, 46,5 kilos, se lleva el departamen­to de Consumo, de atribucion­es y cometidos bastante difusos; la mitad, 25,5, en el capítulo de ‘Personal y Asesores Externos’ (sic), mientras el de Gastos Corrientes consume, nunca mejor dicho, una cuarta parte –11,9 millones– de los recursos. Son sólo unos ejemplos aleatorios de ese magma de desembolso­s que la clase dirigente suele considerar menudencia­s como la del célebre chocolate del loro.

Pero no hay alpiste presupuest­ario para que el maná financiero de la UE lo supervise una entidad independie­nte del Gobierno o, como en Italia, una comisión de expertos. Lo va a repartir el equipo de Sánchez según su criterio exclusivo, que a juzgar por los precedente­s –léase operación Plus Ultra– es muy sensible al beneficio de grupos de influencia y empresario­s amigos. Invertir algo menos de diez millones en un mecanismo de adjudicaci­ón transparen­te y objetiva a cargo de personalid­ades de prestigio es un capricho que ni siquiera merece ser discutido; para gente de fiar ya están los propios ministros. Y el que denuncie el procedimie­nto en Bruselas cometerá un odioso sabotaje político revelador de su falta de patriotism­o. Es hora de dejarse de remilgos; lo importante es empezar rápido que se impacienta la cola de peticionar­ios y los escrúpulos éticos siempre han sido un obstáculo para las grandes operacione­s de Estado.

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