ABC (Córdoba)

Soldadora de Bellas Artes

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jamás se han metido con ella o le han faltado el respeto, «lo más —y yo soy la primera que se ríe—, es aquello de a ti no te pueden decir que eres el hijo de la butanera», concluye esta trabajador­a incansable de Nor Huelva Gas, distribuid­ora de Cepsa.

«Yo soy una mujer normal, eso de marimacho, nada de nada, disfruto muchísimo con mi trabajo, me encanta la soldadura», expone Angélica Lancha Corchero, 41 años, divorciada, madre de una niña, de Huelva capital. «A mí me dicen ahora que tengo poco trabajo, que me ponga guapa, sonría y venda en una tienda y les contesto, ¡pues no!, me apetece enfangarme, calzarme mis botas de seguridad y soldar». Lancha llegó a la soldadura tipo Mig-Mag, semi automática, por un curso que le ofreció el Instituto de la Mujer después de quedarse en el paro. Antes había trabajado como captadora de Médicos sin Fronteras y jefa de equipo en una empresa de telecomuni­caciones.

Angélica estudió Bellas Artes y ve en la soldadura una continuida­d de su pasión, la escultura. Nada más acabar su formación de seis meses y una semana de prácticas la contrató Faysol, empresa dedicada a las estructura­s metálicas, calderería y mantenimie­nto industrial. Ella todavía no da crédito a la buena acogida que tuvo, no solamente por sus compañeros, sino por sus jefes, que bromean con sus empleados y les dicen que los van a despedir a todos para contratar sólo mujeres. «Apostaron por mí y yo por ellos, tuvieron que construir un cuarto de baño exclusivo para una mujer, comprarme guantes y zapatos de talla pequeña porque no me valen los de hombre», argumenta, y «todo esto de eventual porque no soy fija». Hasta tres veces repite la palabra «jamás», cuando se le cuestiona si alguna vez tuvo algún problema por ser mujer, «estoy contentísi­ma y esperando a que me vuelvan a llamar en cuanto haya trabajo». «Soy consciente de que no tengo la misma fuerza que un hombre, pero para eso están las máquinas, las grúas y la maña, siempre intento resolver las cosas por mí y lo mismo que yo ayudo a mis compañeros ellos lo hacen conmigo», argumenta Angélica toda orgullosa de su nueva profesión.

Los jefes de la soldadora bromeaban con sus colegas y decían que ya sólo contratarí­an mujeres

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JOSÉ LUIS LANCHA Angélica es una amante de la escultura, estudió Bellas Artes y más tarde un curso de soldadura industrial

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