La química ratifica el origen de los mosaicos del mihrab en Bizancio
▶ Un análisis del vidrio usado encuentra una composición similar a la de piezas orientales
Cúpula del mihrab de la Mezquita-Catedral de Córdoba
El arte del mosaico consistía una parte indispensable en la decoración de las mezquitas omeyas, junto con el estuco, el azulejo, la madera, la piedra y el mármol. En la Mezquita-Catedral de Córdoba destacan los doscientos metros cuadrados de mosaicos desplegados en la cúpula que precede al mihrab y en la fachada, así como en las dos portadas adyacentes que dan paso al tesoro y al sabat y que datan de los años 965 y 971. Nada similar se ha conservado en España.
Ahora, un estudio desarrollado por Auxiliadora Gómez-Morón, química e investigadora del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, con la colaboración de Teresa Palomar, Luis Cerqueira Alves, Pilar Ortiz, Márcia Vilarigues y Nadine Schibille, ha demostrado que el análisis químico realizado al vidrio utilizado en los mosaicos del siglo X de la Mezquita de Córdoba evidencia, sin lugar a dudas, la procedencia bizantina.
Según recoge el artículo ‘ChristianMuslim contacts across the Mediterranean: Byzantine glass mosaics in the Great Umayyad Mosque of Córdoba (Spain)’, publicado en la revista ‘Journal of Archaeological Science’, «las decoraciones de mosaico de vidrio se utilizaron en todo el Mediterráneo medieval como un medio poderoso para transmitir agendas religiosas y políticas, pero no sabemos casi nada sobre la fuente de los materiales y la transmisión de los conocimientos técnicos necesarios».
Así, los mosaicos generalmente se consideran una forma de arte bizantino, sobre todo debido a su prominencia en la arquitectura de la iglesia de su influencia y porque las fuentes textuales islámicas medievales afirman que las teselas de vidrio de algunas de las mezquitas tempranas más importantes eran de este origen. Es más, durante mucho tiempo se consideró un arte con una exclusividad bizantina y constantinopolitana.
«Este artículo aporta una sólida evidencia analítica de que el vidrio utilizado en los mosaicos del siglo X de la
Gran Mezquita Omeya de Córdoba procedía de Bizancio. La mayoría de las teselas tienen un alto contenido de boro, por lo que la única combinación compositiva son los vasos bizantinos elaborados con materias primas de Asia Menor», destaca Gómez-Morón.
Documentación
Además, «parte del vidrio tiene una huella química que sugiere que se preparó mezclando materias primas locales con vidrio importado con alto contenido de boro. Nuestra investigación, por lo tanto, ilustra el valor de los estudios analíticos para reevaluar supuestos de larga data sobre la fabricación de mosaicos, así como el movimiento de materiales y personas a través de barreras culturales».
Este estudio viene a corroborar científicamente lo que decían las fuentes de que el emperador Niceforo Focas envió a Alhakén II mosaicos y artesanos bizantinos para la decoración de la macsura de la Mezquita cordobesa, mosaicos que revisten toda la superficie de la fachada del mihrab, de la cúpula central de la macsura, y los arcos de la puerta del sâbât y de la cámara del tesoro. Así se forjó una de las zonas más lujosas del templo, que todavía asombra hoy, y que está en plena frase de estudio con vistas a próximas restauraciones, dado el extraordinario valor dentro de un edificio precisamente con valores importantes.
En este sentido, la presencia de materiales y artesanos bizantinos en Córdoba «demuestra que musulmanes y cristianos interactuaban a lo largo del Mediterráneo, corroborando los estrechos vínculos diplomáticos entre el Califato de Córdoba y el Imperio Bizantino durante el siglo X», apunta la experta. Los hallazgos «subrayan aún más la importancia del vidrio en el comercio y el intercambio diplomático, lo que refleja su valor cultural y económico en el mundo medieval».
Las teselas tienen alto contenido en boro, una materia prima constante en Asia Menor