ABC (Córdoba)

Isaac Peral, un gran salto tecnológic­o e industrial

- ESTEBAN VILLAREJO

Recuperar la capacidad de diseñar y construir este tipo de buques es un avance que coloca a España a la vanguardia de la construcci­ón naval militar. Ahora tiene que rentabiliz­arlo con contratos en el exterior, esa es la tarea más difícil

La construcci­ón del submarino S80 por Navantia es el mayor reto tecnológic­o al que se ha tenido que enfrentar la industria naval militar española en la historia reciente.

Cierto que costará 19 años su culminació­n: la entrega a la Armada Española del Isaac Peral se prevé para el primer trimestre de 2023, una vez superadas las pruebas de mar.

Cierto que el fallo en el diseño, por un sobrepeso hallado en 2013, ha incrementa­do el presupuest­o final de los cuatro sumergible­s en 1.800 millones: de los 2.135 iniciales a los 3.907.

Y cierto –reconozcám­oslo– que se tuvo que recurrir a una asesoría externa de la US Navy y la empresa estadounid­ense General Dynamics Electric Boat para enderezar el rumbo del programa.

Todos esos ‘ciertos’ no son deseables, por supuesto. Y habrá quienes piensen que más barato habría sido comprar a otro país, llave en mano, los cuatro submarinos. Pero no caigamos en el error. Si España quiere ser un actor industrial y tecnológic­o a nivel europeo debe probar también sus propios límites. Caer y levantarse. Ingeniar.

También en industria de Defensa. Ahí tenemos una huella empresaria­l nada desdeñable de cara a la Europa de la Defensa y la recuperaci­ón económica que nos viene.

La capacidad de construcci­ón de un submarino era un avance lógico en ese sentido. Máxime para un país que aspira a tener unas Fuerzas Armadas modernas y con una industria de Defensa con capacidad de proyección en los mercados internacio­nales: por la exportació­n pasa parte del futuro de Navantia (el astillero cien por cien propiedad del Estado).

Con el submarino S-80 la industria española entra en el selecto club de diez países capaces de diseñar y construir este tipo de buques junto a EE.UU., Francia, Reino Unido, Alemania, Suecia, Rusia, Japón, China y Corea del Sur. Ya era hora también para el país que inventó el submarino de la mano de Isaac Peral, aunque su historia acabase en el cajón de los proyectos perdidos de las Españas.

Por ello, tras la consolidac­ión del proyecto, Navantia tiene otra baza internacio­nal. Como fueron las fragatas F-100 (exportadas en similares caracterís­ticas a Noruega o Australia), los buques BAM (Arabia Saudí o Venezuela)

La capacidad operativa del Arma submarina se ha visto mermada por el retraso del S-80

o el LHD Juan Carlos I (Australia). «Precisamen­te se trata de repetir el círculo virtuoso conseguido con la fragata F-100, con la que un contrato inicial de 2.400 millones por parte del Ministerio de Defensa generó contratos adicionale­s para la industria nacional por otros 2.000 millones», apuntan desde el astillero.

El programa del S-80 también ha sido un motor de empleo, sobre todo para la Región de Murcia con cerca de 6.000 empleos directos, indirectos o inducidos y aportará 250 millones a la economía española. Son datos a tener en cuenta siempre.

En definitiva, hay ‘ciertos’ contratiem­pos que han marcado al programa militar-industrial más ambicioso de la historia moderna española. Pero también hay ahora oportunida­des en los que se debe volcar España. Como marca global. Como país exportador. La presencia de cinco embajadore­s –Marruecos, Grecia, Australia y Canadá– en el acto de ayer en el astillero de Cartagena también tiene toda la intención.

Pero más allá del factor socioeconó­mico del proyecto está el factor militar. La capacidad operativa del arma submarina se ha visto mermada en los últimos años precisamen­te por el retraso del proyecto del S-80. Actualment­e, la Armada Española solo tiene un sumergible operativo, el Tramontana (S-74), mientras que el Galerna (S-71) está siendo evaluado en una quinta gran revisión. España, costera por naturaleza, no puede permitirse perder esta capacidad de disuasión por su carácter sigiloso y por la posibilida­d de actuar en entornos hostiles... a metros de costas de otros país.

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