ABC (Córdoba)

El terror diario a acudir a clase

Una joven rompe su silencio para relatar el infierno diario que vivió en su instituto por el bullying que sufrió

- DAVINIA DELGADO

Cuando Marta (nombre ficticio) se incorporó en su nuevo instituto jamás llegó a imaginar que su vida sería en un martirio. De la noche a la mañana se convirtió en una víctima de acoso escolar; sin saber por qué, varias compañeros de clase (y otros del centro) la colocaron en el objetivo de sus burlas y amenazas, y el miedo empezó a llenar su mochila cada mañana, un peso con el que no pudo y que la llevó a denunciar ante profesores y familiares su situación.

Esta joven se incorporó en su nuevo instituto de Córdoba ya arrancado el curso. Empezaba primero de la ESO con ilusión y ganas; después del confinamie­nto por la pandemia del coronaviru­s, estrenar aula y amigos la llenaba de entusiasmo. Sin embargo, todo cambió cuando Sofía (nombre falso para preservar la identidad de la menor) se fijó en ella, una alumna con varios partes y llamadas de atención, «que rompía y tiraba los exámenes a la basura», explica la joven acosada. «Al principio, todo iba bien. Pero, de repente y no sé por qué, se empezó a meter conmigo. Primero fue esta niña y luego, otras tres más. Llegó un momento en el que me insultaban personas que no estaban ni en mi clase, a las que ni siquiera conocía», recuerda con angustia la joven.

El bullying que le hacían a Marta iba desde insultos a burlas: «Me tiraban bolitas de papel y pedazos de goma en las clases. Me teñí y empezaron a llamarme ‘Champi’; la chica esta me tiró del pelo sin motivo alguno y una vez cogieron mi paraguas y lo pintaron con tiza», rememora.

La situación adquirió un cariz más preocupant­e cuando llegaron las amenazas. «Sofía me dijo que tuviera cuidado con las escaleras, que resbalaban mucho; y luego otra chica me amenazó con lo mismo». Fue entonces cuando decidió hablar con sus profesores y con su familia.

«Fue muy difícil, no sabía ni cómo decírselo a mi padre. Cuando empezó la primera niña a meterse conmigo pensé que no pasaría nada, pero cuando ya se le sumaron más alumnos me quedé bloqueda: sabía que si le plantaba cara me iba a encontrar con otros que me esperarían en la puerta del instituto», recuerda Marta a ABC.

Su progenitor, con el que convive la menor, relata que fue la niña la que le contó todo. «Estaba muy triste, no quería ir al colegio y la veía llorar. Ya me contó que unas niñas la estaban molestando, le tiraban del pelo, le decían puta y que la iban a pillar fuera. Una era la cabecilla y había otras que la seguían».

La tutora del centro se puso en contacto con el padre: «Me preguntó si sabía lo que estaba pasando y si quería que actuaran para cambiar a la acosadora de centro. Pero dije que no, que prefería que fuera mi hija la que saliera de ese instituto, porque no se trataba de una abusadora, sino de más», se lamenta.

A Marta le pareció bien y «ahora está muy a gusto, como tiene que ser. Tengo que reconocer que ver a mi hija pasar por esa situación fue muy desagradab­le. Más de una vez me entraron ganas de decirles algo a quienes la molestaban, pero hice lo que hay que hacer: seguir el procedimie­nto».

Protocolo de acoso

Desde el centro educativo aseguran que «no es el primer caso que detectamos. Marta acudió, a través de su tutora, a nuestro departamen­to de convivenci­a e igualdad, y abrimos el protocolo por un presunto caso de acoso. Se informó a la Inspección y hablamos con las dos niñas, los padres, profesores y otros alumnos», explican.

Cuando la víctima manifestó su decisión de cambiar de instituto, «fue prácticame­nte inmediato». En cuanto a la acosadora, estuvo expulsada 15 días, fue derivada al aula de convivenci­a y hasta acudió a varias clases de los ciclos de Integració­n Social y Promoción de Igualadad de Género. «También hablamos con su familia, que nos dijo que estaba de acuerdo en todo. Nos volcamos mucho con esta menor e intentamos ayuadrla, aunque sigue siendo una estudiante difícil, y ya se le ha abierto otro protocolo más por acoso», indican desde el instituto.

El acoso escolar y la presión a la que se ven sometidos muchos estudiante­s por la situación de pandemia «ha disparado los casos de ansiedad: no es raro ver a los alumnos tomándose una tila en el aula de convivenci­a». Tanto el profesorad­o como la propia Marta tienen claro que «cuando se dan casos de acoso no hay que callarse, hay que decirlo porque siempre va a haber personas que te ayuden», explica la joven.

Una estudiante víctima de acoso a contraluz

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J. J. ÚBEDA

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