Todo listo para la gran fiesta de los sentidos
Voz del Estado antaño seguida con veneración, el Boletín de España se degrada entre errores inexplicables y su uso como arma política. Con 319 empleados en plantilla, excusan que ellos no supervisan. Solo meten en página lo que les llega
Los ‘patieros’ daban ayer los últimos retoques a los recintos que desde hoy y hasta el próximo 16 de mayo entran en liza en el Concurso de Patios del centenario. Siete rutas por todo el Casco. Tras las lluvias de la semana pasada, las últimas horas de buen tiempo y subida de las temperaturas ayudan a un exorno floral exuberante. Todo presto para que el mayo de María, el mayo de las flores y el mayo de Córdoba se asomen a la reja de sus ventanas para hacer frente a una pandemia que ha obligado a fijar exigentes controles de acceso, aforos y vigilancia (hasta con drones y una treintena de sensores que facilitarán información real a la Policía Local sobre los picos de afluencia a los patios). Los dueños de las casas se muestran ilusionados con recuperar la alegría de cada año, compartir su vida y sus moradas y mostrar los tesoros elevados a los altares de lo universal. Confían en las medidas de seguridad —todos se han hecho test— y aguardan días de algarabía que la Covid había dejado casi en el olvido. Empieza la gran fiesta de los sentidos, donde siempre es mejor dejarse llevar.
De pronto este 25 febrero, el Boletín Oficial del Estado, letra pequeña de la Historia de España, quinto evangelio de la pandemia, publica en presunta transcripción del Reglamento del Código Mercantil que «transcurrido un culo desde la fecha del cierre del ejercicio social sin que se haya practicado el depósito de cuentas anuales...». «Un culo», donde debería poner «un año». O que en las oposiciones para investigador del Ministerio de Ciencia y Tecnología, número del 24 de diciembre de 2020, va a ser imprescindible empollarse el tema «Bronces de óxido metálicos (Tesis de Dani)». Daría por pensar que el tal Dani ya tiene plaza a su nombre. Pero cuando preguntas en La Moncloa a qué clase de hazmerreír, despiste o sabotaje se abandona de cuando en cuando el periódico de España por antonomasia, nadie parece saber muy bien por dónde salir.
«Todos los textos publicados en el BOE responden escrupulosamente al documento original enviado por el emisor». Se insertan «en los mismos términos en que se hallen redactados y autorizados», contesta por escrito la Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado (Aeboe), que con 319 trabajadores, 94 de ellos funcionarios –bastante más plantilla que un periódico de Madrid de Primera División–, se despoja de toda responsabilidad asegurando carecer «de competencias de revisión sobre lo que los órganos emisores envían». Esto es, si hay errores, son de «los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial» o los autonómicos y locales.
Conclusión: lo de la Tesis de Dani venía ya en el documento de origen y lo del «transcurrido un culo», pues también. A saber: «Los programas de reconocimiento óptico de caracteres de uso habitual por los emisores de la Administración para escanear documentos –dicen– tienen fallos de reconocimiento en las palabras ‘año’ y ‘artículo’ (sic) en los casos en que estas palabras no aparecen perfectamente impresas en el texto original escaneado». Farragosa explicación. Aparte de enigmática, puesto que en la normativa de referencia, el Reglamento mercantil, el término correcto es «año», nada de «arti-culo» y en el boletín acaba figurando lo dicho, «culo». La justificación no cuadra, pero no cabe mayor aclaración porque se niegan a poner a ningún experto al teléfono. Marca de este Gobierno de tan poca transparencia para tanta coalición.
La razón de la Aeboe la da el Ministerio de la Presidencia, el de Carmen Calvo, que por gracia de un Real Decreto de 2008 tiene las competencias
en la ordenación y control de los contenidos de esta edición omnipotente, que el 14 de marzo de 2020 valió por sí misma para mandar a 47 millones de españoles a encerrarse en casa sin rechistar. Y así 98 días. Todos de puertas para adentro, como los del Ángel Exterminador de Luis Buñuel. Por cierto, devorando los 53 números ordinarios del BOE más 17 extraordinarios alumbrados en ese periodo de alarma, desbordantes de instrucciones, advertencias, prohibiciones y su levantamiento o vuelta a empezar. En las fechas de 28, 29 y 30 de marzo hubo 25 millones de accesos a la web del BOE, devenida en biblia suprema de la supervivencia. Y este 23 de abril te encuentras con que el mismo boletín de efectos divinos, aunque cada vez más plagado de defectos y disparates, sale con otra pieza de antología, ajustando cuentas navajeras con el partido que gobernaba antes.
El PP, iniciador de «un proceso constante y sistemático de desmantelamiento de las libertades», se dice en el preámbulo de una ley que modifica el Código Penal. Una agresión chusca. Y además suscrita sin más remedio por el Rey, al que Pedro Sánchez vuelve a poner al servicio de su particular voladura. Aunque ese es otro cantar.
Del prestigio al sonrojo
Aquí, como en todo moderno Estado de Derecho, el BOE se ha leído de rodillas. En las mesas de los funcionarios, en las de los juristas, en empresas a la caza o no de concursos públicos, cómo no en las de los periodistas, antaño entregados a esa oración matinal –palabra de Hegel– de descifrar las páginas grises del papel prensa oficial. Desde 2009, de la edición online, que al menos que se sepa, una periodista en España, la codirectora de la Fundación Civio Eva Belmonte, exprime religiosamente, número tras número, hace casi nueve años. Calculando, un millón largo de páginas.
Su conocimiento del boletín es enciclopédico y su criterio va a misa (léase la web elboenuestrodecadadia.wordpress.com). De ahí que cuando sostiene que el párrafo arrojado contra el PP es «el summum de la burrada» reproducida en el diario oficial, no quede otra que decir amén. «Es de lo más feo que he visto en un texto público en mucho tiempo. No recuerdo en democracia un ataque a un partido concreto de esta manera», sostiene. Para hallar un precedente, sugiere remontarse «a las primeras normas que aprobó el franquismo, que descalificaban lo que se había hecho en la República y lo anulaban». Aunque aquello, recalca, corresponde a otro orden, otro régimen, «a un contexto posguerra civil y a una dictadura».
«Los preámbulos, las exposiciones de motivos de las leyes, tienen que servir para ayudar a entenderlas y comprender por qué se toma esa decisión y no otra, aunque desde hace muchísimo tiempo, tanto el PP como el PSOE, los están utilizando para hacerse un poco de propaganda», ilustra Belmonte. Que no obstante, advierte de que se está pasando por alto que la ofensa aparece en un texto que procede del Congreso. «No es un Real Decreto Ley que mandó el Gobierno, sino una ley que ha sido votada». De nada valió que el diputado popular Miguel Jerez denunciara durante la ponencia estar ante una «técnica legislativa repugnante», delatora de «mala fe», «el odio y la ira más visceral». La enmienda a la totalidad que defendió no obtuvo apoyo. Pablo Casado ha anunciado que llevará las «ofensas» al Tribunal Constitucional y el Grupo Popular ha instado a la Cámara Baja a que adopte medidas para que garanticen que la parte expositiva de las normas obedezca a lo que manda el Reglamento, describir «objeto y finalidad, «antecedentes», y no se deslice hacia el «sonrojo» y lo «bochornoso». «El debate parlamentario resiste estas cosas, el BOE no», sentenció el PP.
Pero ahí ha quedado para siempre. Reflexiona la experta sobre qué pensará quien dentro de veinte años quiera despejar dudas y se tope con las líneas de la infamia. «No tendría por qué ver eso, las leyes no son algo temporal del partido de turno». Muy por el contrario, pertenecen a todos todo el tiempo. Y el artefacto mágico que lo hace posible es el
Erratas aparte, todo error es del «órgano emisor». El BOE no es competente para revisar lo recibido
La web registra 4,5 millones de visitas al día. Los 29, 30 y 31 de marzo de 2020 fueron 25 millones