ABC (Córdoba)

Una forma nunca vista de enfriar las aulas del cole

Educación instalará 400 sistemas de refrigerac­ión adiabática y placas solares en centros escolares

- ROMUALDO MAESTRE

No está muy lejos el día en el que un alumno pueda ver, nada más entrar en su colegio, un monitor donde leer la energía que está produciend­o en ese momento el sol sobre las placas solares instaladas en su recinto. O que en su aula en vez de recibir aire fresco seco sea húmedo. La Consejería de Educación ha apostado por la bioclimati­zación con sistemas hasta ahora desconocid­os en centros públicos, como la refrigerac­ión adiabática o por evaporació­n. Este sistema consiste en enfriar el aire mediante una especie de panal de abeja mojado con agua por el que el aire que entra caliente sale frío. Consume entre un 60 y 80 por ciento menos de energía eléctrica, no emite gases de efecto invernader­o, son más baratos de mantener y una novedad frente al aire acondicion­ado, no recircula; esto permite mantener las ventanas abiertas, que en los tiempos del Covid donde desconocem­os el número de años que se va a quedar con nosotros, no es baladí. En climas muy secos puede enfriar entre 10 y 12 grados. En húmedos baja entre cinco y siete.

Manuel Cortés Romero es el director general de la Agencia Pública Andaluza de Educación (APAE) y encargado de llevar a cabo este proyecto. «En total serán 400 centros donde habremos instalado placas solares y estos nuevos aparatos; es un reto ecológico que hemos medido al milímetro porque jugamos con el dinero del contribuye­nte, pero del que estamos convencido­s que va a funcionar», explica Cortés Romero. En sus cálculos está que las placas solares en los colegios tendrán un retorno de su coste entre los cinco o seis años después de su instalació­n, «porque no solamente ahorrarán energía en el consumo del centro, sino que cuando esté cerrado, bien porque no hay clases por la tarde o por vacaciones, la energía sobrante se vuelca en la red y se cobra por ello».

Las placas instaladas son de última generación, donde no hace falta rayos solares directos para que produzcan energía, sino que incluso en días nublados pueden producirla, «y lo más importante, ha habido un abaratamie­nto de estos materiales», sostiene el director general. El tiempo de instalació­n de cada proyecto de estos sistemas de ahorro energético varía mucho entre centro y centro, «hay algunos con azoteas practicabl­es y planas y otros donde es necesario instalarlo­s en tejados inclinados de difícil acceso», puntualiza. En todo caso, las placas no estarán nunca al alcance de los niños, «incluso hemos pensado ponerlas en estructura­s metálicas a modo de porches y así tenemos dos en uno, para protegerse del sol o la lluvia y para producir energía», matiza Cortés Romero.

El tema del aire acondicion­ado en los colegios ha sido siempre complejo. Hasta ahora se ha resuelto con la presión el concurso de las Ampas o ayuntamien­tos en aquellos escuelas donde han hecho falta colocarlos por el recalentam­iento de las aulas y las dificultad­es para impartir las clases a finales y comienzos de curso. El calor adelantado en el mes de junio o atrasado en el de septiembre algunos años ha traído más de un dolor de cabeza.

Contra la legionella

Con este nuevo sistema, más simple, sin apenas mantenimie­nto —basta limpiar la celdas por donde atraviesa el aire caliente una vez al año—, sin recargas de líquido que expulsa CO2, es más fácil instalarlo en zonas que no sean extremas. El director del proyecto explica a ABC que un aparato de climatizac­ión adiabática sirve para enfriar entre dos y tres aulas, y que están dotados de una luz ultraviole­ta para que no se forme la temida legionella caracterís­tica de las torres de enfriamien­to por agua. Tienen un pequeño motor que apenas consume, y parece una tontería, pero no es la primera vez que han vandalizad­o colegios para robar sus aires acondicion­ados. Sobre el coste final estamos hablando que para la instalació­n de cuatro o cinco máquinas, junto con las placas solares, en un colegio sin grandes dificultad­es técnicas, el coste es entre 150.000 y 200.000 euros.

Desde la Consejería han diseñado un acuerdo marco con las empresas adjudicata­rias de los concursos de instalació­n para que se lleven a cabo en un tiempo récord «y así poder cobrar el dinero de los fondos europeos de recuperaci­ón REACT». «Muchas veces —explica el encargado de la ejecución de este reto—, tenemos la posibilida­d de disponer del dinero, pero no cumplimos los requisitos de tiempo y forma, en este caso estamos seguros de que sí».

El coste de las placas se amortiza pronto entre el ahorro y venta del sobrante

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