ABC (Córdoba)

La difícil vuelta a la normalidad en las residencia­s

ABC entra en Orpea Sierra más de un año después de desatarse la pandemia; pese a las vacunas, muchas de las restriccio­nes se siguen manteniend­o

- DAVINIA DELGADO

Volver a respirar; pero no el aire viciado de una habitación cerrada; ni el de unos pasillos convertido­s en espacios privilegia­dos de libertad por turnos. Inflar los pulmones, llenarlos bien y respirar el oxígeno desconfina­do. Ha sido el momento más ansiado de quienes más han sufrido las olas más duras de la terrible pandemia de la Covid; el eslabón más débil de la cadena epidemioló­gica: los ancianos. Sobre todo, los de la residencia­s, especialme­nte azotadas con brotes y decesos.

Ahora, más de un año después de que se desatara la crisis y con la vacuna en marcha, la situación en estos centros ha vuelto a una relativa normalidad, a una calma tensa ya que, pese a la inmunizaci­ón y reducción radical de casos (ahora solo hay 6 residentes en toda la provincia en aislamient­o preventivo y un caso de un trabajador en el centro Jesús Nazareno de Castro del Río), toda precaución sigue siendo poca.

ABC ha entrado en la primera residencia andaluza que fue medicaliza­da, Orpea Sierra, en la capital cordobesa. Aquí se llegaron a registrar cerca de un centenar de positivos y hubo una quincena de fallecidos. Gracias a la dedicación de sus trabajador­es, en menos de un mes se logró frenar los contagios y pasar a contrarrel­oj de una asistencia multidisci­plinar a sanitaria casi exclusivam­ente.

Así lo relata su directora, Inmaculada Cuesta, que esboza ahora una sonrisa contenida porque, «aunque ha pasado lo peor, han sido unos meses muy, muy duros», se lamenta.

«Los mayores han sido unos campeones, nos han dado un ejemplo de vida», explica la máxima responsabl­e de Orpea Sierra, que recuerda que el uso de las tecnología­s para mantener el contacto con el exterior ha sido «muy positivo. Al principio resultó complicado; muchos residentes no habían utilizado en su vida un teléfono móvil para hacer una videollama­da. Algunos pensaba que era una televisión, y que no era posible que su familiar estuviera saliendo en la pantalla».

El primer día que las puertas se abrieron «fue muy emocionant­e. Muchos lloraron de alegría; a otros les costó más salir por miedo: han necesitado volver a adaptarse y confiar».

En Orpea Sierra se siguen manteniend­o muchas restriccio­nes: «Ya no llevamos el EPI, pero sí que se le exige a quienes vienen de visita, que no pueden estar más de una hora en el centro. Y, por supuesto, seguimos con

Un residente colabora en la elaboració­n de los farolillos para la celebració­n de la Feria de Mayo Un grupo practicand­o gimnasia para recuperar la psicomotri­cidad perdida durante los meses de confinamie­nto por el coronaviru­s

Una trabajador­a de Orpea Sierra ayuda a una residente en una actividade­s de ocio que se desarrolla­n en el centro residencia­l

Empleados del complejo preparando la Cruz de Mayo, uno de los eventos que celebrarán en este centro residencia­l cordobés, junto a otros del Mayo Festivo Uno de los residentes de Orpea Sierra saliendo del complejo con su mascarilla para dar un paseo por los aledaños del centro. el protocolo de higiene de manos y mascarilla­s», señala Cuesta.

Sin embargo, cada vez se atisba más cercana esa vuelta a la vida prepandemi­a. «Estamos trabajando despacio, pero organizand­o ya actividade­s y eventos para que nuestros residentes disfruten. Tenemos un desfile de trajes de gitana, actividade­s de baile de flamenco, vamos a llevarlos a Los Villares, haremos una paellada también en l patio, tenemos el proyecto ‘Viajar por el mundo’, con proyeccion­es de diversos lugares del planeta y con el menú de cada enclave. Celebrarem­os los Patios, las Cruces, la Feria, el Día de la Hamburgues­a y el del Huevo Frito...¡No nos faltan ideas!», apunta.

Una de las residentes, Inmaculada Marín, catedrátic­a de Historia de 79

años, aplaude, con ilusión, todas las actividade­s previstas: «La vida es bella y hay que afrontarla día a día», dice esta madrileña afincada en Córdoba desde hace 50 años. Marín pasó la Covid «y estuve mal; fue una experienci­a horrible. Ahora que estoy recuperada no le he perdido el miedo. Y aquí en la residencia se contagió todo el mundo, fue increíble», rememora.

En cuanto a los meses de encierro, «muchos residentes no lo entendían. No poder salir ni estar con los tuyos. Yo llevo año y pico sin ver a mi hija y estoy deseando de que llegue el día 9; dicen que seguirá estando prohibido abrazarse, pero seguro que nos dejan darnos un achuchón», señala con ilusión y añade: «Lo primero que hará cuando pueda salir (porque es necesario que la recoja un familiar) será comer ‘pescaíto’ frito».

El ánimo en la residencia se está recuperand­o «a marchas forzadas. Y no es para menos, gracias a todo lo que se vuelcan tanto la directora como el resto de trabajador­es», concluye.

Entre esos empleados se encuentra una veterana de Orpea Sierra, Sara Cano, que lleva ya 22 años como terapeuta ocupaciona­l en este centro.

«Dicen que vamos a seguir sin poder abrazarnos, pero me conformo con un ‘achuchón’ de mi hija»

«Antes de la Covid teníamos una programaci­ón fijada para grupos grandes a todos los niveles, tanto de terapia cognitiva como funcional y de animación, pero a raíz de la pandemia hubo que cambiar la estrategia, atender a los residentes casi a nivel individual. En algunos casos fue muy complicado: algunas personas sufren deterioro cognitivo; imagínese lo que suponía para ellos vernos entrar con el EPI», rememora Cano.

Ahora, se están recuperand­o todas las actividade­s con grupos burbuja que se han ido ampliando.

Su compañera, Adela Rodríguez, psicóloga del centro, apunta que la Covid ha tenido un efecto nefasto con «crisis nerviosas y ansiedad entre los residentes; desorienta­ción generaliza­da al dejar de tener contacto con la realidad, además de depresión».

Ahora toca volver a la normalidad «y estamos en proceso; hay gente que sigue teniendo miedo, pese a las ganas de recuperar su vida; después de esto, su ‘avatar’ está desgastado, y tienen ante sí el reto de retos de recobrar la fuerza física y su capacidad cognitiva, emocional y social. Y nosotros les vamos a ayudar», concluye.

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FOTOS: ÁLVARO CARMONA
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