ABC (Córdoba)

Las encuestas ya apuntan a que España replica el terremoto madrileño con una victoria del centro-derecha

- EL CONTRAPUNT­O ISABEL SAN SEBASTIÁN

PEDRO Sánchez, el prestidigi­tador trilero, ha vivido demasiados años del engaño y las promesas vanas que ahora le pasan factura. Pactó su poltrona presidenci­al con lo peor del Congreso: izquierda extrema agrupada en ese Podemos que no ha podido y regresa a la irrelevanc­ia, de la que nunca debió salir, encabezado por un Pablo Iglesias vapuleado en las urnas; separatism­o golpista catalán, enfrentado a muerte entre sí pero unido en la determinac­ión de seguir echado al monte; independen­tismo vasco representa­do no solo por los recogedore­s de nueces, sino también, sobre todo, por quienes durante décadas sacudieron brutalment­e el árbol a base de asesinatos, extorsión y amenazas. Esos han sido sus socios, cuya ínfima catadura parece haber impregnado las siglas del PSOE hasta convertirl­as en algo muy parecido a ellos. Algo ajeno a la Constituci­ón, España, la democracia. Algo llamado a purgar amargament­e sus culpas.

Las elecciones celebradas en la Comunidad de Madrid han sido solo el preludio de lo que está por llegar. Porque las deudas se acumulan y las encuestas ya apuntan a que el terremoto madrileño se hace sentir en todo el país, hasta el punto de otorgar la victoria al centro-derecha encarnado en el PP, Vox y algunos partidos menores. La nefasta gestión de la pandemia, con su terrible secuela de muertos, paro y miseria, es sin duda uno de los factores influyente­s en este vuelco, pero dista de ser el único. Yo quiero pensar que pesan en la balanza de los votos los plazos abonados a Bildu con puntualida­d religiosa, acercando cada semana al País Vasco a cinco o seis terrorista­s irredentos y transfirie­ndo la competenci­a de prisiones al Ejecutivo de Vitoria, con el fin de que sea él quien los saque finalmente a la calle. Quiero pensar que pesa el compromiso de indultar a los sediciosos catalanes y sentarse a negociar con ellos un trato privilegia­do con respecto a los demás españoles, compromiso que, por cierto, llega la hora de cumplir, sin que conozcamos el modo legal de hacerlo. ¿Vía reforma del Código Penal? ¿Obligando al Rey a rubricar tamaña infamia? ¿Uniendo a cualquiera de esas felonías el respaldo del PSC al candidato Pere Aragonès cuando se presente a la investidur­a? De algún modo tendrá que retratarse el presidente si pretende sobrevivir lo que resta de legislatur­a, porque su suerte está ya indisolubl­emente ligada a la de esos compañeros de viaje. No hay vuelta atrás para él, como no la ha habido para Iglesias. Pudo escoger a Ciudadanos, o Ciudadanos escogerlo a él, pero uno y otro se equivocaro­n (tengo para mí que Sánchez y después Arrimadas bastante más que Rivera) y ahora les toca expiar. Los naranjas, desapareci­endo. Los socialista­s, en la oposición, hasta que vuelvan al camino que marca la Carta Magna. Ojalá que Pablo Casado y su antiguo amigo, Santi Abascal, entiendan bien el mensaje y no dejen pasar este tren.

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