El típico farsante medioambiental
Como le embarguen el Falcon a Sánchez le da algo, aunque el planeta agradecerá sinceramente haberse librado de semejante impostor
UN día cualquiera en la Moncloa... Anunciados los nuevos ministros en la puerta del palacio, entró a cambiarse el traje y la corbata por unos vaqueros y una chupita de entretiempo, que es como uno debe ir a una emergencia forestal; se montó en el helicóptero del Ejército del Aire para volar a Torrejón (en coche no se tarda mucho más de un cuarto de hora) y allí se subió al Falcón
para viajar a Castellón a supervisar las tareas de extinción de un fuego que había calcinado ya 4.000 hectáreas. El AVE llega desde hace años a Castellón y no deja apenas huella de carbono al moverse con energía eléctrica y emitir sólo 17 kilos de CO2 por pasajero cada 600 kilómetros recorridos. A Castellón hay unos 400, así que menos aún. Pero, él, seriamente comprometido con el cambio climático, prefirió otra vez el Falcon, que exhala a la atmósfera dos toneladas de CO2 por cada hora de vuelo (algo así como el 25 por ciento de lo que emite un ciudadano de la UE en todo el año) y que al contribuyente le sale a 6.200 euros, frente a los 120 euros en vagón premium (que te dan hasta un tentempié) que cuesta el AVE a la comarca de la Plana Alta. Pero los cruzados por el cambio climático son capaces de hacer estos enormes sacrificios aéreos, con todo el dolor de su corazón bioclimático y sostenible.
Al menos en esa ocasión su visita ‘falconera’ a Castellón no fue para asistir a un concierto de los Killers, con su señora y unos amigos, que tocaron aquel 20 de julio de 2018, convertido el presidente en un ‘groupie’ más del festival de Benicasim apenas mes y medio después de haber aterrizado en la Moncloa. Una vez revelado el caprichoso uso recreativo de los medios del Estado, la catarata de excusas y mentiras previas monclovitas desembocó en que, oficialmente, Sánchez viajó en cumplimiento de la «agenda cultural del presidente del Gobierno». ¡Toma nísperos, Pepa, que se agusanan!, que diría el maestro Campmany. Obró aquel primer episodio el alumbramiento de una estrategia de ocultamiento del uso discrecional de la aeronave oficial, declarado casi secreto de Estado alegando la pamema de la seguridad del presidente y la tripulación. Más nísperos...
El caso es que en ese viaje al incendio de Castellón aprovechó Sánchez para lanzar su mensaje mendioambientalista, o ambientalista entero, pues según proclamó allí, ante los bomberos aún con el hollín en la cara, «la emergencia climática no es una emergencia futura, es una crisis actual y urgente». Y lo dice él, el de las dos toneladas de CO2 expelidas gratuitamente (bueno no, a seis mil euros la hora de Falcon) y el del helicóptero para ir y venir de la Moncloa a Torrejón.
Los acreedores extranjeros del Estado, arruinados por el bluf de las plantas de renovables, han puesto el ojo en el Falcon del presidente y lo han incluido en la lista de bienes embargables. Como le quiten el Falcon a Sánchez le da algo, aunque el planeta agradecerá sinceramente haberse librado de semejante impostor medioambiental.