ABC (Córdoba)

Irse de España

Se quiere cambiar Ferrovial de bandera y resulta que al Gobierno de la libre identidad no le gusta la idea

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

Eeste país es más fácil que una persona cambie de sexo que una empresa de nacionalid­ad. El mismo Gobierno que acepta –y vota– con los ojos cerrados cuestiones contra la naturalida­d de la biología envía cartas a lo ‘Ne me quitte pas’ contra la artificial­idad de las fronteras. Todo, o casi todo, cuestión de dinero. Se quiere cambiar Ferrovial de bandera y al Gobierno de la libre identidad no le gusta la idea, lo que confirma que lo de la autodeterm­inación es sólo para quien a ellos conviene y que Hacienda somos todos, pero sobre todos, el Gobierno. Perdonen que sospeche, pero a veces, dudo de si lo que le preocupa al equipo de Sánchez es nuestra economía o la suya.

Irse de España, salvo por turismo o incluso por turismo, siempre me ha parecido una increíble aventura. Está bien hacerlo porque se aprende mucho. Hasta idiomas. También se aprenden, por ejemplo, cosas de la vida. O se desaprende­n, que es un aprendizaj­e aún mejor. Hasta que me fui a vivir fuera creía que todo era más caro más allá de los Pirineos. El mito cae cuando compras ‘croissants’ en París. Hasta en los mejores despachos de maestros pasteleros los encuentras por un euro. Igual allí no llevan IVA. Aun así, fíjense cómo están los franceses, quemando las calles y eso que allí son de querer a su país y adorar su bandera. Que podría ser por eso que a este lado no tenemos jaleo. Aquí primero te enseñan a no querer España. Después, o a la vez, a despreciar a nuestras grandes empresas. Pero luego bien que amenazan con castigar a la que diga ‘bye bye’. ¿En qué quedamos? Es de primero de Pedagogía, regla de oro de la enseñanza: hacer lo que se dice.

Del primer Sánchez quizá recuerden algún mitin con una bandera de España infinita. Era 2015, eran otros tiempos y decía el entonces candidato que la bandera era tan del PSOE como del resto. Pues eso, lo de las incongruen­cias. Como Jaques Brel, que compuso la mil veces versionada ‘Ne me quitte pas’ cuando en realidad era él quien había dejado tirada a su amante embarazada. En los versos uno puede mostrarse como víctima, aunque sea el causante.

Está la historia de la literatura y la música a reventar de grandes farsantes y manipulado­res. Como la política, sólo que aquí, como no se te paga por tu capacidad artística, el público te desenmasca­ra antes. No quiere decir que algunos políticos no intenten aferrarse a un impostado papel de buenos samaritano­s mentando, por ejemplo, a «poderes oscuros».

El problema es que el sainete ‘Ni contigo ni sin ti’ de Sánchez & Cía con las grandes empresas españolas, de la banca a las energética­s, se juega en el tablero europeo, donde también se mueve el ego –presente y futuro– del presidente. Imaginemos, por lo que sea, que un día es él quien decide irse de España, ¿creen que alguien le mandará una carta a lo ‘Ne me quitte pas’?

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