ABC (Córdoba)

¡Hay que desenterra­r a Franco!

La izquierda, bajo la presión de las encuestas, necesita polarizar

- TEODORO LEÓN GROSS

LOS embalsamad­ores de Moncloa ya trabajan a destajo preparando de nuevo el cadáver de Franco para la campaña de mayo. La dirección socialista ha dictado una instrucció­n a los suyos: Franco, Franco, Franco. Nada de programa, programa, programa, sino Franco, Franco, Franco. El as en la manga vuelve a ser el dictador enterrado hace más de un franquismo, y reenterrad­o por este Gobierno cuatro años atrás. La instrucció­n en cada ciudad es explorar el callejero, las iglesias y las placas conmemorat­ivas para dar con alguna huella del periodo 1936-1975 a ver si queda no ya un apellido espadón o un vítor mural, sino simplement­e un médico militar o un alcalde al que poner en la picota. Vale todo aquello a lo que colgar la etiqueta de franquista para señalar a la derecha y prometer reparacion­es. No se trata, claro está, de una moneda al aire a ver si sale cara. Es una apuesta muy calculada.

Estos días llega a las librerías ‘Polarizado­s. La política que nos divide’, esperado ensayo de Luis Miller sobre el fenómeno de la polarizaci­ón y el caso de España.

Tiempo atrás, el propio Miller abría el debate con un ‘ranking’ que situaba a España como el país más polarizado del mundo. El trabajo comparativ­o de Gidron, Adams & Horne con España en el Top1 de polarizaci­ón afectiva incluía los hitos de 1993 a 2008: desde el «váyase Sr. González» y el vídeo del dóberman, ‘No a la guerra’, los atentados del 11-M, la memoria histórica, Tinell y Estatut... hasta la gran crisis. Y en definitiva, ese concepto de polarizaci­ón afectiva no se refiere a la distancia ideológica entre los partidos, sino a los sentimient­os negativos que te provoca el partido rival y sus líderes. En esa estrategia de animadvers­ión hostil, Miller ya había señalado que en el caso español quizá el tema más divisivo sea las dos españas y la memoria histórica, que el zapaterism­o supo retorcer. El PSOE tiene claro que Franco es un comodín ganador.

La izquierda, bajo la presión de las encuestas, necesita polarizar. Si la derecha pone el foco sobre Frankenste­in, los socialista­s cargan sobre el imaginario de los poderes oscuros, la sombra de la ultraderec­ha y el franquismo. Sánchez tiene claro que necesita movilizar a los suyos, de ahí que apueste por envenenar el ambiente para abonar la tensión. Y ahí está Franco una vez más. Como apunta Jia Tolentino en ‘Falso espejo’, políticame­nte es más fácil organizar a las personas contra algo. Por eso, para avivar la confrontac­ión, el sanchismo tira de la carta del franquismo y la memoria histórica. Se trata de enfatizar la lógica de los buenos contra los malos –una contribuci­ón evidente de esta izquierda, apunta el autor de ‘Polarizado­s’– yendo a esa clase de choque corrosivo, descrito por Haidt y Lukianoff, en el que moralizarl­o todo. Desde Trump al ‘procés’, se trata de una estrategia recurrente a riesgo de erosionar las democracia­s liberales. Y a menudo con éxito. De ahí que el PSOE ordene devolver a Franco a escena. ¡Más madera! Del ataúd, sin ir más lejos.

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