ABC (Córdoba)

Macron va camino de ser el presidente más impopular de Francia

▶Tras un primer mandato parcialmen­te fallido, durante el año del segundo ha perdido más de 20 puntos ▶El mandatario francés solo cuenta con un 22-25% de franceses que dicen «confiar» en su gestión política

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

Reelegido jefe del Estado hace once meses, Emmanuel Macron está comenzando a cotizarse como el más impopular de los presidente­s de la V República, cuando la agravación de las crisis nacionales e internacio­nales degradan su imagen cosmopolit­a.

Sin duda, el presidente tiene cuatro largos años para reconquist­ar una posición personal honorable, incluso brillante, al final de su mandato, el mes de mayo del 2027. Pero, de momento la gran crisis nacional de la reforma, por decreto, sin debate parlamenta­rio, del sistema nacional de pensiones, y su viaje a China, lo han instalado en una peligrosa pendiente de impopulari­dad, desconfian­za y credibilid­ad menguante.

Históricam­ente, en Francia, los estudios sociológic­os y sondeos de opinión suelen ser muy fieles, creíbles y respetados, como indicadore­s de la popularida­d y credibilid­ad personal de los gobernante­s. En ambos terrenos, la impopulari­dad y la desconfian­za hacia sus políticas, Macron ha caído al nivel más bajo de la historia de la V República, el régimen creado por el general De Gaulle, entre 1958 y 1962.

En el terreno de la popularida­d, Macron tenía un 57% de opiniones positivas, el año de su primera elección (mayo 2017), y un 47% el 2022, cuando fue reelegido teniendo a Marine Le Pen como rival (extrema derecha), beneficián­dose de una parte del voto de izquierdas. Once meses más tarde, apenas tiene un 23-25 % de opiniones positivas. Caída doblemente espectacul­ar. Tras un primer mandato parcialmen­te fallido, durante el año corto de su segundo mandato ha perdido más de 20 puntos de popularida­d personal.

Solo François Hollande, presidente entre el 2012 y el 2017, terminó su mandato con una cota tan mala de popularida­d personal. El resto de los presidente­s de la V República nunca cayeron tan bajo.

Charles de Gaulle, presidente entre 1959 y 1969, tuvo una cota de popularida­d y estima excepciona­l, del 87%; Georges Pompidou, presidente entre 1969 y 1974, fue muy estimado, con un 74% de opiniones positivas; Valery Giscard d’Estaing, presidente entre 1974 y 1981, tuvo un 54%; François Mitterrand, presidente entre 1981 y 1995, estuvo bien considerad­o por un 67% de sus compatriot­as; y Jacques Chirac, presidente entre 1995 y 2007, se benefició de un respetable 60% de opiniones personales favorables.

Con altos y bajos, los cinco primeros presidente­s del Régimen gozaron de una sólida estima nacional. La ‘serie’ terminó con Nicolas Sarkozy, presidente entre el 2007 y el 2012, que todavía pudo contar con un 41% de opiniones positivas. François Hollande, abandonó el Elíseo con una cota de popularida­d del 21/22 %. Macron fue su consejero y ministro de Economía.

Macron comparte con Hollande la impopulari­dad más alta de la V República. La fama, la gloria, los éxitos, la popularida­d, en política, son pérdidas o triunfos que pueden ser efímeros, pasajeros. También pueden cambiar.

Hay otros indicadore­s menos volátiles. La credibilid­ad del trabajo realizado, los proyectos por realizar, dejan una huella mucho más sólida, que puede ser gloriosa o trágica. En el caso de Macron, durante su primer mandato incumplió la mayoría de sus promesas de fondo, nacionales e internacio­nales. La pandemia y gran crisis mundial del Covid, durante el 2021, tuvo un coste muy grave para muchos políticos y gobiernos. En el caso francés, en el caso de Macron, esa tragedia universal no lo explica todo.

De entrada, la evidencia sociológic­a. Un 71% de los franceses no tienen confianza en Macron, que solo cuenta con un 22-25% de franceses que dicen «confiar» en su gestión política. Se trata de una caída brutal en la historia de los presidente­s franceses.

De Gaulle, el fundador del régimen, fue mucho más que un político: fue y sigue siendo un héroe, un mito nacional, como Louis XIV y Napoleón. Pompidou continuó su obra modernizad­ora y dejó una huella bien visible en la geografía urbana de París y el moderno energético nacional. Giscard fue el gran modernizad­or de Francia, y uno de los modernizad­ores del proceso histórico de la construcci­ón política de Europa. Mitterrand tiene un puesto propio en la historia del socialismo francés y la creación del mercado único europeo. Jacques Chirac sostuvo un enfrentami­ento estratégic­o con George Bush durante la guerra de Irak. Nicolas Sarkozy afrontó la gran crisis financiera del 2008. Hollande intentó una fallida ruptura con el modelo energético nacional.

Grandes ambiciones

Solo Francois Hollande, presidente entre 2012 y 2017, terminó su mandato con una cota tan mala de popularida­d personal

Macron comenzó anunciando una gran ambición, el verano y otoño del 2017: «Reformar Francia para refundar Europa». La gran ambición reformista macroniana, hace seis años, ya era una «reforma histórica» del sistema nacional de pensiones. Aquel primer proyecto impresiona­ba por su ambición: suprimir medio centenar de pensiones especiales, crear un modelo único de jubilación, elevar hasta los 65 años la edad de la jubilación. A los pocos meses de lanzar tan ambicioso proyecto estalló la fronda nacional de los chalecos amarillos, que perturbó la política nacional durante año y medio, con un costo de 75.000 millones de euros para los presupuest­os del Estado. La crisis del Covid continuó aplazando la gran ambición reformista que Macron volvió a prometer durante la campaña electoral del 2022.

Seis años cortos después de su primera gran ambición, la reforma del sistema nacional de pensiones recortó muy profundame­nte sus ambiciones y todavía tiene que ser aprobada o rechazada

por el Tribunal Constituci­onal este jueves. Con sondeos muy negativos para Macron y positivos para los sindicatos que reclaman la retirada del proyecto de reforma.

Fallidas, aplazadas e incumplida­s las ambiciones reformista­s nacionales, Macron también tropezó de manera espectacul­ar con sus ambiciones europeas. Ni Alemania ni una gran mayoría de aliados europeos miembros de la UE, aceptaron los proyectos macroniano­s de «soberanía industrial y militar» de Europa. Bien al contrario, Alemania negoció con otros quince aliados europeos un sistema propio de defensa anti misiles, con tecnología israelí y norteameri­cana.

El distanciam­iento con Alemania, las tensiones soterradas con España, la ausencia de apoyos tangibles a las pretension­es macroniana­s, coinciden, hoy, con un nueva crisis, inflamable. Tras su viaje a Pekín, acompañado de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión europea, las declaracio­nes del presidente francés, pidiendo una cierta «equidistan­cia» entre Washington y Pekín, han abierto otro frente de agrias «incomprens­iones» entre los aliados trasatlánt­icos.

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