Algo tendrá el agua cuando la bendicen
Nuestro refranero, compendio de sabiduría popular y expresión condensada de experiencia, tiene el agua como centro de muchas de sus lacónicas afirmaciones. No llovió en Semana Santa. Pudimos celebrarla esplendorosamente y sin preocupación de que la lluvia impidiese la salida de las cofradías, afeara la semana grande, acabara con el trabajo de todo un año de las hermandades y rompiese la expectativa de un balance positivo en hostelería y ocupación hotelera. No se cumplió que «en abril, aguas mil», pero sí que «nunca llueve», o no llueve, «a gusto de todos».
Así es para la agricultura, la ganadería y los embalses, que se encuentran en una situación lamentable. En la cuenca del Guadalquivir, los embalses no tienen “agua que no hayamos de beber y la dejemos correr”, porque su nivel acumulado es solo del 23%, ni el «río suena», ni «agua lleva», al menos a su paso por Córdoba, que otra cosa es en Sevilla, que allí sí que se cumple el dicho y que por algo será. Ahí lo dejo.
De nada sirve pedir y suplicar adelantos de agua a causa de la sequía extrema, si no se tiene voluntad de afrontarla; y así estamos, sin solución para este problema recurrente, según información de nuestro director el pasado martes, haciéndose eco de una respuesta parlamentaria. «De esta agua no beberé», parece ser la contestación del ejecutivo de Sánchez, que, a pesar de conocer la situación de emergencia, «no mueve molino».
Si algo se aprende del campo es a saber esperar, paciencia, que como dice Cohélet, «todo tiene su momento… bajo el cielo: su tiempo el nacer y su tiempo el morir; su tiempo el plantar y su tiempo el arrancar lo plantado», seguros de que «después de años mil, vuelvan las aguas a su carril». En esta espera, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha concedido tres días de riego para los cultivos mas afectados y solventar también las consecuencias de la sequía en las familias que dependen de ellos.
Confiamos en que «el agua de mayo, traiga pan para todo el año» y que llegue la lluvia de Lorca «silenciosa, sin tormentas ni vientos,/ lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,/ lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,/ la que llorosa y triste sobre las cosas caes!», para felicidad nuestra.