ABC (Córdoba)

«Ucrania pone las vidas y Europa debe poner las armas para sobrevivir»

▶La autora, refugiada en Berlín, habla del dolor ante la guerra, de la transforma­ción de la poesía, del papel de Europa y de las redes sociales

- Marianna Kiyanovska ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Permanecer a distancia del frente no evita la experienci­a de la guerra, cuya corporeida­d se extiende más allá del espacio y el tiempo, según la experienci­a de Marianna Kiyanovska. La poetisa, traductora y erudita ucraniana llegó a finales de agosto del pasado año a Berlín, donde esperaba dedicar tres meses de sosiego a escribir el libro de ensayos en el que trabaja. «Vine porque en Ucrania, en Lviv, en algún momento dejé de dormir por completo. No podía conciliar el sueño, esperando el sonido de la sirena antiaérea, y luego que terminara. Tampoco podía dormir si no sonaban las sirenas, porque el silencio, la ausencia de sirenas durante la guerra, también es una amenaza terrible», describe su día a día en Ucrania. Pero llegar a Alemania no la libró del horror y la destrucció­n. «El 3 de octubre de 2022 estaba sentada en un banco junto al lago, en uno de los parques de Berlín. Me acababan de notificar un gran honor: había recibido el premio literario internacio­nal Zbigniew Herbert, primer laureado ucraniano, de especial significad­o personal para mí porque he estudiado en profundida­d la poesía de Herbert durante muchos años. El siguiente mensaje que leí fue la notificaci­ón de que el 28 de septiembre, mi compañero de clase en la universida­d, el filólogo Yuriy Lelyavsky, había muerto en batalla contra los ocupantes rusos. Todavía sentada en el banco, saqué mi libreta para anotar el día de su muerte. Desde el comienzo de la invasión a gran escala, escribo una lista de soldados ucranianos muertos a los que conocía personalme­nte para poder rezar por ellos. Yuriy resultó ser el soldado muerto número 103. Los sociólogos creen que una persona en promedio conoce a otras entre 3.000 y 5.000, a veces hasta 7.000. Es la ‘ciudad personal’ que cada uno de nosotros tiene. El 3 de octubre de 2022, aproximada­mente el 2 por ciento de mi ‘ciudad personal’ había muerto en el frente. El 2 por ciento de los habitantes de Berlín serían 72.000 personas. Para Barcelona serían más de 30.000. Para muchos de nosotros no es el 2 por ciento, sino el 20 o el 30 por ciento. Conozco gente así. Todos nuestros corazones están sangrando, pero hay personas que, literalmen­te, no pueden respirar por el dolor».

El cuerpo y la guerra

Kiyanovska ha somatizado el peso de la guerra sobre su existencia. Ese mismo día se agudizó el dolor de espalda y no pudo salir de la cama. «Mi cuerpo no acepta la guerra, no puede convivir con ella», constata. Desde entonces ha sido sometida a dos operacione­s de columna en el Hospital Sankt Gertrauden que la han atado a Alemania. Sigue a distancia las bajas, incluso las «no militares». «Se registran casos raros de ataques cardíacos y accidentes cerebro-vasculares en niños menores de 10 años que mueren en ciudades de retaguardi­a... El cuerpo y el alma no pueden soportar el peso de tanta pérdida». «Solo en la ciudad de Dnipor –lleva grabado en el corazón–, unos 18.000 niños no nacieron durante el primer año de guerra». En Berlín, todavía convalecie­nte, pasa el tiempo «escribiend­o y rezando», apoyada por un estrecho círculo de amigos, entre los que se encuentra el español Francisco Martínez-Casas. «Por ellos respiro y hablo», reconoce, y corrige a Susan Sontag en ‘Ante el dolor de los demás’ para concluir que «ser testigo del desastre tal y como sucede es la quintaesen­cia de la experienci­a moderna».

Kiyanovska presume, orgullosa, de la creación literaria ucraniana bajo las bombas. La editorial Old Lion’s Publishing House, de su amiga del alma Maryana Savka, ha sido reconocida como la mejor editorial de Europa en la Feria Mundial del Libro de Bolonia de este año. «Sus libros se producen en Kharkiv, literalmen­te bajo fuego de ataques aéreos», enfatiza. Recomienda la reedición de ‘Daddy’s Book’ (poemas para niños) de Volodymyr Vakulenko, caído en Izyum; ‘La escalera’, de Yevgenia

Kuznetsova; ‘Mondegrin. Canciones sobre la muerte y el amor’, de Volodymyr Rafeyenko; o los poemas de Oleksandr Irvanets. Hila nombres de escritores ucranianos a velocidad de vértigo, señal de un bullir literario que la guerra agita y que propagan las redes sociales. «Hay bastantes poetas con experienci­a diaria directa de voluntaria­do en Ucrania, sin exagerar, cientos de nombres. Hay decenas, hasta cien escritores luchando en el frente o en las filas de la Defensa Territoria­l –relata a vista de pájaro–; han encontrado una forma de vida en la poesía sobre la guerra».

En las primeras semanas posteriore­s a la invasión, durante marzo de 2022, se publicaron como reacción espontánea 17.000 poemas en uno de los portales literarios de internet de Ucrania. Una semana después de su publicació­n en Facebook, el poema ‘María de Mariupol’, de Maryna Ponomarenk­o, había sido traducido a nueve idiomas, entre ellos checo, polaco y lituano, y se había convertido en un evento literario internacio­nal. «Veo cómo ha cambiado la expresión poética. Los poetas que solían escribir poemas rimados ahora suelen escribir versos libres, y viceversa. La expresión de los colores ha cambiado. En general me recuerda mucho a la poesía expresioni­sta. Otra caracterís­tica son los poemas de oración, los poemas de maldición y los poemas de invocación. Y muchos poetas han guardado silencio deliberada­mente, como Borys Humenyuk, autor de ‘Poemas de las Trincheras’ entre 2014 y 2020 –intenta improvisar una tipología–. En cierto sentido, la transforma­ción que está experiment­ando la poesía ucraniana durante esta guerra se asemeja a la poesía de los ‘beatniks’. Antes de la guerra, muchos autores escribían poemas dirigidos hacia adentro, hacia ellos mismos. Ahora la expresión poética es mucho más intensa, va hacia fuera, más allá de lo personal, valorando lo externo, son dolorosas entradas de un diario».

En cuanto a su propia obra, Kiyanovska solo dice que «me he quedado sin palabras». Antes escribía hasta treinta poemas diarios; «por eso me apodaban gramófono, pero ahora llevo un año buscando un lenguaje: desde el comienzo de mi escritura consciente, sean cuales sean las circunstan­cias y las emociones, no permito que aparezcan discursos de odio en mis poemas. El discurso de odio es un veneno terrible. ¿Y cómo hablar de odio sin discurso de odio?». No habla de sus logros, sino de lo que la llevó a ser la persona de la que nacen sus poemas. Perteneció al grupo de poesía de mujeres MMYUNNA TUHa y, durante sus estudios de Filología, se zambulló en la obra de Herbert, «uno de mis grandes maestros, junto con Dante, Leonardo da Vinci y Teresa de Ávila. Soy una persona de fe, y creo que es la poesía la que nos permite influir en la materia y cambiar las cosas». En este sentido, «la poesía, y sólo la poesía, es connatural a la oración –confiesa–. Me critican que, siendo una figura pública, no escriba publicacio­nes todos los días en las redes sociales comentando los crímenes de los rusos. Yo vivo esta guerra con todo mi cuerpo, solo tengo poesía y oración: como conocimien­to secreto, como experienci­a, como arma. Como una forma de sanación y de vida, y no solo para mí –se justifica–, publico mis poemas como si de cada uno de ellos dependiera el destino del mundo. No hay arrogancia, ni orgullo, nada de eso. Es solo que una persona realmente depende mucho de cómo nombra las cosas».

«¡Te atrapé, te violé!»

Cuando habla de curación se refiere al trauma ucraniano. «En mayo de 2022, en Gdansk, vi a niñas refugiadas ucranianas jugando en la estación de tren. Se perseguían gritando: ‘poymala-iznasilova­la’ (¡Te atrapé, te violé!). Como todos los niños ucranianos con antecedent­es soviéticos, yo jugué a ‘los nuestros y los alemanes’, tuve pesadillas con explosione­s atómicas y sentí miedo de Chernóbil, pero ahora más que miedo siento ira y tiemblo ante la idea de los ocupantes en la central nuclear de Zaporiyia... Me parece que Europa, salvo un pequeño porcentaje y los expertos del OIEA, no es consciente de su propia fragilidad... ni siquiera está cerca de darse cuenta del nivel de la amenaza». En cuanto a los suministro­s de armas, asegura que «se necesitan con urgencia, es una cuestión de vida o muerte, y no solo para nosotros, sino también para Europa. Ucrania pone a la gente. Sacrificam­os lo irrevocabl­e: las vidas. Y Europa, para sobrevivir, debe poner las armas».

«Esta guerra es para mucho tiempo, Europa debe ser maratonian­a», dice, e invita a «valorar cada intento que con

Oración «Desde el comienzo escribo una lista de soldados ucranianos muertos a los que conocía personalme­nte para poder rezar por ellos»

Angustia «Hay personas que, literalmen­te, no pueden respirar por el dolor»

Literatura «El discurso de odio es un veneno terrible, pero ¿cómo hablar de odio sin discurso de odio?»

Ucrania «Hay niños que mueren en la retaguardi­a porque el cuerpo y el alma no pueden soportar el peso de tanta pérdida»

forman nuestra experienci­a debilitand­o al oponente, es la óptica del esfuerzo incesante, la óptica del constante apoyo mutuo, la óptica de la teoría de juegos de Nash». Incluso después de su fin, augura, «esta guerra quedará en cómo hablamos, cómo recordamos, cómo imaginamos, qué anhelamos, qué tememos, al nivel de un mito recién inventado, en la historia oral, en la microhisto­ria de las personas y las familias, en sueños, en miedos colectivos, rugirá con arquetipos. Pero además, esta guerra permanecer­á dentro de la colosal cantidad de informació­n, en el mar de contenido digital global, que actualment­e alimenta a la IA».

Amenaza audiovisua­l

Kiyanovska percibe como amenaza la cultura audiovisua­l. «Digo todo esto para explicar que cuanto más audiovisua­l se vuelve la cultura europea y mundial, más contradice la evolución y los principios del cerebro humano, y por lo tanto contradice la evolución y los principios de la psique y la conciencia –se apena–, el papel terapéutic­o de la literatura, la poesía en particular, a nivel de la bioquímica cerebral, se manifiesta en particular en el hecho de que cuando leemos reaccionam­os al miedo experiment­ado no con el cerebro reptiliano, sino con el hipocampo. Se activan neurotrans­misores y hormonas completame­nte diferentes. Al dejar de leer y escribir, destruimos gradualmen­te las redes neuronales ‘normales’ del cerebro y, lo que es peor, acostumbra­mos a nuestro cerebro a las ‘drogas baratas’, a la adrenalina ‘barata’ en particular. Perdemos capacidad de tomar decisiones, de planificar, de querer cambios, de querer, aprender, amar, poder: estas son todas las habilidade­s del cerebro que interpreta la poesía escrita».

Aunque hace tiempo publicó en Facebook, considera ahora que «las redes sociales son absolutame­nte el lugar equivocado para la poesía». Y juzga que «los algoritmos crean un tamiz para olvidar todo lo necesario y destruyen ciertos mecanismos de percepción. Facebook es Atlantis –zanja–, que tarde o temprano se hundirá. En este sentido, un libro publicado en una edición de 300 ejemplares es mucho más longevo y significat­ivo que un poema que ha recibido 3.000 me gusta en Facebook, y que mañana no estará en ninguna parte».

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