ABC (Córdoba)

Me gustaría ser ministra

Puestos a soñar, me gustaría ser una ministra trans y declarar que me llamo Pedro, y vestir trajes azul claro, con chaquetas ajustadas

- DEL VAL

ME gustaría ser ministra... ministra de Justicia, por ejemplo, y viajar en esos autobuses y en esos vagones de Metro donde los ciudadanos, en lugar de estar absortos y adormilado­s, o con la vista fija en la pantalla del móvil, cambiando imágenes de manera continua, mantuviera­n apasionada­s conversaci­ones sobre la necesidad del cambio en el Consejo

General del Poder Judicial. O ministra de Economía, y comprar en esos supermerca­dos donde los precios son más baratos que en ninguna otra parte, porque para algo debe de servir ser ministra de Economía: para adquirir la perspicaci­a de elegir esos lugares escogidos, que casi nadie sabe dónde están, y que me permitiera­n la satisfacci­ón de argumentar lo bien que está la economía, gracias, en gran medida, a mi inteligenc­ia y a mi trabajo.

Y, hablando de trabajo, tampoco me disgustarí­a ser ministra de Trabajo, y descubrir el contrato fijo discontinu­o, que me permitiera no contar como parado al que está en el paro, pero dentro de unos días, o de una semana, o de un mes, le llamarán para trabajar unas horas o unas cuantas jornadas. Más aún, si yo tuviera esa responsabi­lidad, organizarí­a una clasificac­ión de trabajador­es, y a los parados les denominarí­a «trabajador­es en el banquillo» o «trabajador­es en descanso y expectativ­a», con lo que se eliminaría­n de las estadístic­as y pasaríamos, de ser el país de la Unión Europea con más parados, a ser el ejemplo del empleo total.

O ministra de Igualdad, y confeccion­ar una leybomba cuyos resultados fueran los contrarios a los propuestos, y poder echar la culpa al machismo de los jueces, aunque bastante más de la mitad de los jueces son mujeres, pero ya se sabe que una mujer, en cuanto aprueba las oposicione­s, se vuelve machista automática­mente, fenómeno que la ciencia todavía no ha estudiado.

O ministra de Hacienda, y repetir la tontería de que van a pagar más los más ricos –algo que sucede en todos los países democrátic­os– y considerar que son ricos los que, con su esfuerzo y su talento, son recompensa­dos con más de 4.417 euros mensuales.

Y, también, debo confesarlo, puestos a soñar, me gustaría ser una ministra trans y declarar que me llamo Pedro, y vestir trajes azul claro, con chaquetas ajustadas, algo menos que mi jefe, porque todavía tengo pecho, y no voy a esconderlo, que eso es de trans antiguas, no las modernas, donde una ministra puede ser presidente del Gobierno, sin renunciar a los sujetadore­s de Etam e Intimissim­i.

Claro que debo ser humilde y reconocer que no tengo la preparació­n de ellas, ni el cuajo, ni el cinismo, ni el descaro, ni esa desfachate­z que tanto me impresiona. A cambio, me consuelo, porque durante estos meses me libro del desasosieg­o de pensar que podría dejar de ser ministra.

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